T.- Me gustaría que nos hablases de tu lucha en la playa, ¿cómo ha sido tu trayectoria siempre en defensa de la Playa de las Canteras?
P. B.- Bueno, te diré que, desde que tengo uso de razón, estoy preocupado y ocupado por la Playa de las Canteras. Sí, porque desde que tenía seis… ocho años, que iba al Colegio Viera y Clavijo, donde íbamos casi todos los que vivíamos por aquí, los días de descanso mi padre me llevaba al Museo, porque era socio, y nos gustaba mucho a los dos. Nosotros vivíamos cerca de la Playa Chica, en una casa grande de madera con un torreón, pero ya la quitaron.
T.- Ah… ¿no es ésa que está en la calle José Franchy y Roca?
P. B.- No, es parecida. La mía hacía esquina: Playa de las Canteras, Franchy y Roca y Nicolás Estévanez. Era una casa de principios del siglo pasado. Mi padre se vino a vivir ahí cuando empezó a trabajar en UNELCO, era ingeniero de La Cícer. Estudió la carrera en Alemania y fue el que empezó a montar todas las máquinas que venían de Alemania, estaba especializado en motores diesel. Y, entonces, allí nacimos todos y allí empezó también mi vida en la Playa de las Canteras, al borde mismo de la playa. Como te estaba diciendo, mi padre me llevaba al Museo Canario con mucha frecuencia y allí había un apartado que era como de la playa, donde tenían miles de caracoles muy bien colocaditos, catalogados por tipos, etc., y yo copié un poco aquello y, en mi casa, hice lo mismo. En una especie de garaje grande, lleno de roperos empotrados, hice un museo. Allí iba colocando cristalitos, caracoles… y todo el día estaba buscando por la playa. Por fuera, tenía un nombre, se llamaba: “Museo de Pacuco”.
T.- Curioso… Museo de Pacuco…
P. B.- Entonces, durante años, todo lo que buscaba lo iba leyendo, lo iba guardando, me iba reuniendo con los pescadores, los escuchaba, iba a pescar… hasta que, en los ochenta, empezó un poco mi lucha más organizada, aunque yo, anteriormente, ya había colaborado con el Club Victoria en varias travesías con los amigos de la playa. Así, en los años ochenta, el senador Gregorio Toledo abanderaba un proyecto que se llamaba “Canario, cuida tus playas”, un proyecto que se expandió por todas las islas y del que yo fui el responsable en el apartado de organización deportiva. Allí cada uno tenía una misión, y, como yo era nadador, me metí de lleno en organizar todos los deportes que existían antiguamente en la playa. Eso me sirvió para conocerla más profundamente. Bien, fui fundador del equipo de natación “Master” del Victoria hace catorce años y, después, ya me nombraron presidente de la Federación de Natación de Gran Canaria, y ahí estoy, organizando, trabajando y nadando todavía por la playa. Pero te voy a ir contando, pedacito a pedacito, lo que he ido haciendo, porque yo creo que ha sido importante, aunque en muchas cosas he colaborado y otras las he organizado. Por ejemplo, el catálogo del juego del clavo…
T.- Porque… ¿lo escribiste tú?
P. B.- Exactamente. También colaboré con Mari Carmen Vallejo, que cuenta cuentos de la Playa de las Canteras. Incluso me escribió un cuento, especial para Pacuco Bello. Las fotografías que acompañaban estos “Cuentos a la orilla del Mar” eran de Gloria Faber. Entonces, esta señora rescató todos los cuentos que tenía sobre la Playa de Las Canteras e hizo una exposición en el Club de Prensa Canaria que quedó muy bonita y, después, hizo algunas cosas más. Incluso, estuvimos en un colegio que yo quiero mucho, el Mesa y López, porque allí me han abierto las puertas desde hace bastantes años para dar clase sobre diferentes áreas relacionadas con la ecología de Las Canteras. Bien, esto viene al hilo de lo que te voy a contar ahora, porque, volviendo a los años ochenta, quiero decir que esa época parece que fue el “boom”, pero a veces…
T.- Sí, quieres decir que no surgió de la nada.
P. B.- Sí, exactamente, y, a veces, necesitas un pequeño padrino, que, a lo mejor, en ese caso, fue Gregorio Toledo. Él fue el que abanderó y provocó a aquellas personas que ya estábamos trabajando por la Playa de las Canteras. Yo estaba en una asociación de la que era vicepresidente, se llamaba “Amigos de la Playa de las Canteras” y llevábamos ya ocho o diez años, es decir, desde los años setenta, ya estábamos trabajando.
T.- Sí, la fruta ya estaba madura, por decirlo de alguna manera…
P. B.- Exacto. Entonces, bueno, pues allí empezamos también a denunciar un montón de problemas de la playa. Incluso, Tino Armas echó una buena mano con sus fotografías, teníamos un grupo de amigos, aquí en la playa, que éramos aficionados a la fotografía, entre ellos estaba Tato Gonçalves, estaba Tino, estaba yo, estaba otro chico que murió, estaba “Manolo el guardia”, etc. Éramos seis u ocho… y alguna chica. Bueno, te estoy hablando de hace veinticinco o treinta años… Y siempre estábamos con la máquina, sacábamos fotografías de grandes temporales desde la azotea de mi casa y siempre estábamos en ese plan. Y todo ese material se fue llevando al periódico, me acuerdo de fotos muy buenas de Tino que eran aguas residuales cayendo en la Playa Chica y por la parte de La Cícer, de aquí para allá, por Peña la Vieja, barrancos de aguas residuales que la asociación nuestra denunció y los periódicos difundieron las fotografías. Bueno, llegó un momento que, en el año 82, decidí hacer un trabajo en el Canarias 7, y todas las semanas, durante dos años, escribí sobre la playa. Recogía todo lo que me mandaban, cartas que aún conservo, publicaba fotografías, denuncias, artículos…
T.- Entonces, tú tomabas un poco el pulso de las personas de la playa y, luego, hacías tu propio artículo o columna de opinión con lo que habías recogido, ¿no?
P. B.- Sí, sí, y alguna parte deportiva, otra parte histórica, buscaba temas antiguos que no habían salido nunca, un material impresionante… Y ahí empezó también lo del juego del clavo y todo lo de las cometas, toda mi familia me ayudaba, mi hija todo el día con la máquina de escribir… Aquello fue un trabajo, una experiencia muy bonita y, poco a poco, la gente ya se iba concienciando de que teníamos una playa que había que cuidar y que había que mimar. Entonces, allí también llamamos un poquito la atención -porque eran los más conocidos, era a los que más caso se les hacía- con la ayuda de los artistas. Se elaboró un manifiesto en defensa de la Playa de las Canteras que fue firmado, entre otros, por César Manrique, Felo Monzón (hijo), Manuel Padorno, Martín Chirino, Tony Gallardo… Por cierto, aquí tengo una escultura de este último que hizo a la playa de Las Canteras, preciosa, preciosa… Como verás, tengo un material sobre la playa que no tiene nadie, hasta vienen los niños a pedirme documentación, otros también vienen a consultarme para presentar una tesis, etc. Yo le he dicho al Ayuntamiento que sí, que yo cedo este material, pero siempre y cuando esté en un sitio seguro y yo sea el responsable, de momento, para que se hagan fotocopias y demás.
T.- Es que, de otra manera, ese material podría perderse. ¿A ti no te parece que ya es hora de plantearse un Museo de la Playa de las Canteras?
P. B.- Claro, claro. Incluso teníamos el sitio, pero…
T.- ¿No te gusta éste?, ¿la casa roja del House Ming?
P. B.- Ah… pues mira, sí.
T.- Yo siempre he pensado que es el mejor sitio para hacer el Centro de Información y Turismo de Las Canteras, con diferentes secciones de documentación geológica, arqueológica, histórica, etnográfica, ecológica, etc. Donde todo estuviera informatizado y las personas pudieran ir a buscar cualquier información, abierta a investigadores de todo el mundo…
P. B.- Mira, esa idea la tuvo un concejal del Ayuntamiento que murió ya y nunca prosperó. Quería hacer ese centro debajo de Saulo Torón.
T.- A mí me parece perfecto este sitio. Es perfecto. Arriba del edificio… imagínate, arriba hacer una terraza para que las personas puedan leer todo lo relacionado con la playa. Con un mini-bar, para que se puedan tomar un cafecito con vistas al mar de Las Canteras. Unas personas competentes, encargadas de atender a los turistas, que sepan idiomas… Además, es perfecto para ti, date cuenta de que está al lado de tu casa, lo podrías controlar desde el balcón, ¿qué te parece?
P. B.- Claro, claro… Pues, mira… vamos, vamos a buscar las perras.
T.- Tiene que haber un montón de subvenciones de Europa para desarrollo turístico…
P. B.- Vamos a buscarlo.
T.- Y más por ser bandera azul, ¿no? Evidentemente.
P. B.- Claro, bueno, lo ponemos en marcha, ¿no?
T.- Claro, yo creo que la ciudad se merece eso.
P. B.- Yo tenía una idea de hacer el Centro Insular de Playas frente a la Casa del Marino, que hay un edificio inmenso que era del Cabildo, que está cerrado. Después, la idea iba a pasar a la Casa del Marino, pero no, me gusta más centralizarlo y llamarlo Centro de la Playa de Las Canteras. Museo del Mar, claro, ¿por qué no? Hay que intentarlo.
T.- Vamos a ver si alguien recoge la idea y, para ir terminando, dime, Pacuco, alguna idea, algún proyecto, alguna ilusión que tengas pendiente…
P. B.- ¿Mi ilusión?: que la playa sea nombrada Reserva de la Naturaleza; que no se pueda pescar en toda esta zona; por supuesto, que se cuide todo el medio ambiente, que se mime muchísimo; que se repare La Barra, porque está muy deteriorada, tenemos fotografías donde se ve cómo está toda rota, hecha polvo, y que se entere la gente. Esto podría ser un acuario natural impresionante. Yo recuerdo una vez que salimos en la zodiac, había unos cincuenta y siete, unos sesenta calderones, inmensos, preciosos, tengo las fotografías, estuvieron paseándose, hicieron aquí una excursión maravillosa…
T.- ¿Pero entraron?
P. B.- ¡Entraron! Bueno, detrás de La Barra. Iban en grupos de cinco, familias de cinco, seis, ocho… más o menos. De delfines y calderones puedo contarte historias que no veas tú… historias que les cuento yo a los niños. Y, bueno, entraron, había unos niños cogiendo olas, haciendo surf, pasaron al lado de ellos y ellos mirando asombrados, fueron por El Confital, se dieron un paseo y, al final, dice mi hijo Paco que dijeron adiós.
T.- ¿Por qué?
P. B.- Porque dos o tres levantaron la cola como despedida y se fueron. Una maravilla, muy bonito, muy bonito.
T.- Bueno. Pues a ver si vuelven…
P. B.- Si vuelven, me tiro al agua a nadar con ellos.
T.- Y a ver si nos dicen adiós, levantando su cola otra vez.
Teresa Iturriaga Osa