Alejada, Aislada. Junto al mar. Sola, jugando con las olas. Precursora del surf. Navegante en tierra.

Así, surgió la CICER en la geografía de la ciudad. Cuando no existía la Guanarteme de nuestros días.

Compañía Industrial Canaria de Electricidad y Riegos, es el significado de la siglas CICER: energía y agua en íntima unión.

Inaugurada en 1928, ha acompañado la historia reciente de Gran Canaria.

Estimulo y garantía de progreso, proporcionó luz y energía a la isla durante decenios.

Modernizó la vida y facilitó la economía.

La primera emigración de la posguerra, del campo a la ciudad. La rodeó de una barriada arquetipo, en la configuración urbana.

La CICER siguió, no obstante, sola. Anclada al mar. Fiel a las olas. Como un faro.

Eso ha sido, en la iconografía de la ciudad. Una referencia solitaria que marca la divisoria e introduce la modernidad. La técnica que espolea al progreso y éste que apremia a la ciencia.

Progreso, orilla móvil, siempre en límite, siempre en la víspera, siempre en vigilia.

La CICER, en el paisaje, adivina otros paisajes, busca nuevos horizontes, confluencia de pasado y futuro, viejo y nuevo, Física y Metafísica, linealidad y caos, lo simple y lo complejo: la vida, el misterio, la esperanza.

Vida y arte: no importa quien imita a quien.

Confluyen en el mismo río.

Confluyen en el mismo mar.

Antonio Castellano.

(Prologo del catalogo de la exposición CICER «Retrato de un paisaje» 1992-1997 de Hildegard Hahn)[mp_ads_system ads_system_select=»65114″]