Las Canteras, la Playa de Las Canteras es una perla incrustada en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria y, como todas las joyas, hay que cuidarla y conservarla. El Paseo y la Playa constituyen un cúmulo de sensaciones que difícilmente se llega a olvidar. Da igual que haya un sol radiante o que esté cubierta con nuestra típica “panza de burro”. Es un auténtico regalo para los sentidos.
Los canteranos de toda la vida descubrieron sus excelencias hace tiempo, pero después la redescubrieron aquellos turistas vikingos que venían del frío septentrión y, mansamente, se posaron sobre las finas arenas para calentar sus huesos y su piel durante el invierno, mientras en sus países reinaba la oscuridad.
Después optaron por marcharse al Sur de la isla, pero muchos de ellos se arrepintieron de su acción, porque la Playa de Las Canteras continuaba ahí, en su sitio, llamándoles con su melodioso canto de sirena, ofreciéndoles su sin par singularidad y hospitalidad. Por eso mismo, algunos de esos escandinavos, hoy abuelos o bisabuelos, regresan nostálgicos para rememorar aquellos dichosos días de pioneros, en los que se emborrachaban con nuestro sol subtropical, y para seguir disfrutando de la vida en las vigorizantes aguas de esta playa.
Yo, al menos, soy un enamorado de este espacio natural del noreste de la isla de Gran Canaria. Es el mejor sitio de la ciudad para caminar, para correr, para nadar, para hacer gimnasia, para meditar, para conversar… porque, mientras uno realiza todas esas actividades, recibe al mismo tiempo el aire más puro de la ciudad, sin automóviles, sin contaminación. Te impregnas de una brisa marina con olor a marisco y penetra en todos los rincones de tu cuerpo una inyección de oxígeno, impulsado por los alisios, proveniente de las diatomeas que se desarrollan en el océano.
Puedes caminar sobre la arena, mientras las olas acarician tus pies, o introducirte de lleno en el agua, llegar a la barra, confraternizar con las aves marinas, mirar hacia el horizonte para admirar el Teide gigante, el macizo montañoso del centro de la isla, el ocaso cambiante de cada día, que colorea unas nubes a las que tu fantasía les asigna una forma, una imagen que quizás nunca más se repita.
Y si se te ocurre caminar por la Avenida, desde el Auditorio Alfredo Kraus a la Plaza de la Puntilla, o viceversa, o decides sentarte tranquilamente a tomar cualquier bebida, tendrás la sensación de encontrarte en un lugar cosmopolita y variopinto, con rasgos, vestimentas y razas de todo el mundo. Variedad que se refleja también en la oferta gastronómica que hallarás a lo largo del Paseo. Las personas que tienen el privilegio de vivir en las inmediaciones de esta playa son, por supuesto, quienes más la defienden, y sienten una profunda indignación contra quienes la agreden con sus acciones incívicas o la ofenden.
Las Canteras es un valioso patrimonio de la ciudad de Las Palmas, pero lo es también de la humanidad. Por eso es importante que todos pongamos un granito de arena en su conservación, tanto por parte de las autoridades locales e insulares, como por los usuarios, sean o no de esta isla. Es un espacio que necesita amor y sensibilidad. No pueden amarlo quienes dejan sus finas arenas llenas de colillas, de plásticos, de desperdicios. Todos los usuarios deben tener la máxima responsabilidad y educación para que nuestra Playa de Las Canteras no pierda nunca su encanto.
No pueden amarla quienes permiten que se filtren vertidos de aguas fecales o sin depurar, quienes permiten que determinadas personas molesten a otras con sus juegos o sus ruidos, o que no haya los suficientes servicios, parques infantiles, o vigilancia para que uno se encuentre seguro y a gusto en esta zona.
Quedan muchas cosas que hacer en este espacio para llegar a la perfección. Unificar el paseo, mejorar sus viviendas, hacer desaparecer el estacionamiento frustrado de la CICER, mentalizar a la población para hacer buen uso del mismo, etc. y promocionar Las Canteras en todo el mundo.
José M. Balbuena
Periodista