En el año 1884 la famosa viajera Olivia M. Stone visitó las salinas junto a su propietario Pedro Bravo de Laguna y así fue su relato:
…..muy amablemente nos mostró su finca. Un pequeño molino de viento bombea agua salada hasta la altura de los depósitos de evaporación -las almacerías de pepinos que acabamos de ver desde arriba- que están hechos de una tierra rojiza que se encuentra en la zona, bien compactada. Los depósitos tienen 4 m cuadrados y una profundidad de un pie, más o menos.
Hay 300 en funcionamiento, aunque tiene la intención de ampliar las salinas y ocupar una mayor extensión de esta pequeña meseta.
Las salinas llevan funcionado 5 años. Don Pedro nos informó, sin que se lo preguntásemos, que el primer año la producción de sal fue de 16 fanegas, de 150, el segundo, de 300, el tercero, de 700, el cuarto y de 1200, el año pasado.
La producción del año pasado se vendió en 180 libras. En un almacén de madera situado muy cerca, vimos parte de la sal. Se vende tal como sale de los depósitos de evaporación, sin ningún proceso de purificación o re cristalización.
Parece azúcar cristalizada corriente, con cristales pequeños, desiguales y sucios. Pese a que la mayor parte del contenido es cloruro de sodio, este residuo del agua del mar debe contener también otros tipos de sales.
Nos interesó sobre todo lo sencillo que era todo el proceso.
No hay que gastar nada en energía para que funcione. El viento bombea el agua, elevándola, y podemos decir que es el sol quien fabrica la sal. Durante la época más calurosa del verano es, por supuesto, cuando se produce la mayor cantidad de sal. El sol y el viento se alían para convertir estas islas en afortunadas….
Las salinas de El Confital estuvieron activas casi un siglo: desde mediados del siglo XIX hasta el año 1956.
Su propietario era la familia Bravo de Laguna.
El último salinero fue Celestino Ramírez Díaz (entre 1905 y 1956). Fue despojado «malamente» de la concesión por los herederos de don Pedro Bravo de Laguna para intentar especular con los terrenos ante la llegada del turismo.
Las salinas de El Confital en su época de esplendor llegó a producir 120 toneladas de sal al año, por lo que estaba considerada como uno de los mayores ingenios salineros de Canarias.
Las salinas se construyeron siguiendo el estilo Mediterráneo: los recintos o tajos donde se forma la sal están realizados de barro aprisionado. El estilo tradicional de las islas es diferente: la sal se deposita en charcos naturales a la orilla del mar.
Un molino de viento sacaba el agua del mar y la repartía a los cocederos por medio de un acueducto de piedra de unos ochenta metros de largo. Para facilitar la tarea se había excavado un pozo justo en la base del molino.
El agua se dejaba reposar en esos cocederos y desde allí, mediante acequias, se trasladaba a los tajos de barro: donde se iba formando la sal al evaporarse el agua «salada».
En el agua de los tajos se generaba un alga unicelular denominado Dunaniella salina, que era usada como antiséptico tanto para infecciones de los ojos o de la boca.
El salinero que tenia a cargo la concesión por parte de los «Bravo» residía en El Confital junto a su familia en una construcción de madera junto al ingenio. Fue famosa la huerta, con gallinas y cabras, que Celestinito tenía junto a los tajos salineros.
1 comentario
Inma Alemán
26 de diciembre de 2023Qué pena que hayan desaparecido las salinas de El Confital!