Silvia y el mar por Pino Lorenzo López
Todos los domingos Silvia bajaba a la playa. Le gustaba mucho pasear por la arena, hacer castillos y bañarse. Su abuela, que la acompañaba, le decía que no se metiera para adentro: con el mar, nunca se sabe, es muy traicionero. Silvia se zambullía como un pez, dando piruetas en el aire.
La abuela miraba a su nieta con cierta envidia. Había sido nadadora de joven, y ganado algunas medallas en el club de natación al que pertenecía. Ahora, ya no podía ni acercarse al mar. Sus problemas de circulación no le permitían los cambios bruscos de temperatura, y entrar en el agua siempre tenía sus consecuencias.
Silvia la miraba desde la orilla y hacía todo tipo de volteretas, para que su abuela la viese.
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Abuela, abuela, mira cómo aguanto sin respirar.
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Ay esta chiquilla, no para quieta.