Forasteros por Pino Lorenzo López
Aquella obra la había repetido cientos de veces. Dos funciones al día le permiten a uno vivir como el personaje. Llamaba a sus compañeros forasteros, y les hacía el juego de dispararles. Le habían matado en infinidad de ocasiones, durante varios años, y siempre hacía el chiste de que aquella muerte alargaba su vida. Pero en el fondo, no pensaba así.
Trató de hablar con el director de la obra para cambiar el final, y dejar al protagonista vivo, pero el director se excusaba en el autor, y en el libro en el que estaba basada. Trató de encontrar al autor, un americano que hacía años había muerto. Dio con sus hijos, los que cobraban por los derechos de hacer la obra, y les explicó las razones de querer cambiar el final; pero ellos dijeron que aquella era la voluntad de su padre, y si él ahora cambiaba el final, otro vendría y cambiaría el principio.
Entendió sus argumentos, pero le era extraño que nadie se pusiera en su lugar, ni tan solo por un momento.
Fantaseaba con cambiar él mismo el final, y no morirse cuando le dispararan. Sería como hacer una huelga en mi puesto de trabajo, pensaba. Pero finalmente, cada día, caía derrotado.
Un día una persona del público, antes justo del disparo, se levantó y gritó: ¡cuidado John! ¡Por la espalda! El forastero se volvió hacia el lugar de donde venía la voz, sorprendido ante el espontáneo, tiempo que aprovechó para salir corriendo.
Nunca más volvió a aquel teatro.
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