Hace unas semanas, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) publicó su informe anual, donde se observa que el Índice Planeta Vivo (IPV) sigue disminuyendo.
El IPV es un número que refleja la situación de 21 000 poblaciones animales representativas de la biodiversidad en todo el mundo. Estas poblaciones han sufrido una caída promedio del 68 % desde 1970. El descenso más grave (94 %) se ha producido en Centroamérica y Sudamérica, pero el IPV también ha descendido un 24 % en Europa. Es decir, las poblaciones de animales salvajes se reducen; la biodiversidad desaparece. En todo el mundo.
Pero, ¿no estábamos arreglando la situación? ¿No hemos protegido las especies salvajes? ¿No hemos creado grandes espacios protegidos?
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) hace en su informe un balance muy positivo de la salud y la productividad de los ecosistemas, y afirma que los objetivos marcados para 2018 se han superado con creces. Pero, ¿cuáles eran esos objetivos? Por ejemplo, aumentar el número de países que firman protocolos de colaboración internacional para la gestión de los ecosistemas.
Se firman protocolos, se establecen leyes que protejan la naturaleza, se crean espacios protegidos… Y, sin embargo, la biodiversidad disminuye. El propio PNUMA admite en este otro informe que las Metas de Biodiversidad de Aichi establecidas hace 10 años no se están cumpliendo.
Causas del declive de biodiversidad en el mundo
El problema no es el mismo en todo el mundo y para todas las especies. En algunos países siguen faltando espacios protegidos; en otros sí los hay, pero no se protegen de manera efectiva. En algunos países la pobreza empuja a la caza y recolección furtiva; en otros, los principales problemas son la contaminación y la expansión de tierras agrícolas. A veces son las especies exóticas. En algunos casos, las cosas se han hecho bien pero las poblaciones salvajes tardarán tiempo en empezar a recuperarse.
En la Unión Europea se ha creado la Red Natura 2000, una valiente e importante iniciativa para la conservación de la biodiversidad, aunque su impacto real aún está por ver.
En cuanto a nuestro territorio, está mejorando el estado de conservación del 5 % de las especies que presentan un estado desfavorable en la Comunidad Autónoma del País Vasco, la evaluación del 28 % se califica como estable, la de otro 16 % como empeorando y no tenemos información del 51 % restante. Entre los hábitats prioritarios, el 82 % presenta un estado de conservación desfavorable. Evidentemente, tenemos mucho que mejorar.
La protección no es suficiente
Para conservar la biodiversidad no basta con proteger algunas zonas, sino que tenemos que hacer cambios mucho más profundos en nuestro modo de vida.
La población humana y las actividades humanas siguen creciendo constantemente y, por tanto, la huella ecológica es tan grande que necesitaríamos 1,6 planetas para mantener nuestras actividades. Ante esta tesitura, en 2017 más de 15 000 científicos de 184 países firmamos un manifiesto afirmando que a la humanidad se le acaba el tiempo, que si no cambiamos con rapidez y de manera profunda, nos dirigimos hacia una catástrofe ecológica.
Cuando se menciona este tema, solemos pensar en Estados Unidos y China, pero tanto en España como en el País Vasco también hay una gran huella ecológica y avanzamos muy lentamente hacia la sostenibilidad. Aquí también la artificialización de los terrenos es constante, el gasto energético es muy alto y seguimos intensificando las actividades humanas.
Gestión de los bosques vascos
Pongamos un ejemplo: la silvicultura. En el País Vasco se ha intensificado notablemente, seleccionando especies con un ciclo de vida cada vez más corto y explotando áreas cada vez más grandes.
Muchas instituciones y propietarios privados apostaron por el pino radiata, olvidando que no conviene poner todos los huevos en la misma cesta, hasta que empezaron a sucederse las plagas: Fusarium, banda roja, banda marrón… Esta última enfermedad fúngica ha arrasado miles de hectáreas de pinar, echando a perder la inversión de sus propietarios. ¿Cuál ha sido nuestra respuesta?
En un principio se fumigó con óxido cuproso y otros fitosanitarios, pero parece que los responsables se han resignado y ahora proliferan las plantaciones de eucaliptos; es decir, un sistema de explotación aún más intensivo que el de los pinos.
Los trabajos publicados muestran claramente que estas plantaciones pueden tener un impacto ambiental significativo, sobre todo reduciendo la biodiversidad. Por tanto, este cambio alejará aún más al País Vasco de la sostenibilidad.
