La arena de Las Canteras: el debate continúa.

Un reportaje de www.eldiario.es/canariasahora

La arena trata de seguir el camino que le cortaron hace más de 100 años y ante la imposibilidad de hacerlo, se amontona en algunas zonas

Las extracciones masivas que se realizaron en 2003 y 2009 sólo sirvieron para solucionar temporalmente el problema

Las principales complicaciones que sufre la playa son la desaparición de los sebadales y la disminución del calado de la dársena

“Al desaparecer los sebadales se ha perdido parte importante de la biodiversidad; y la forma de recuperarlos es devolver el calado que tenía la parte sumergida de la playa hace 20 ó 25 años”

La acumulación de arena ha terminado por sepultar las peñas, lugares donde se concentra gran parte de la biodiversidad de Las Canteras

El Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria apuesta por una gestión sostenible y permanente, que permita recuperar la biodiversidad de la playa

Cuentan los libros de historia que, hasta mediados del siglo XIX, el istmo de Guanarteme estaba cubierto por una enorme duna de arena rubia; uniendo Gran Canaria con el que algún día fue el islote de La Isleta. Las imágenes de la época lo corroboran. El campo de dunas se podía recorrer de lado a lado en tan solo unos pasos; tenía una longitud de poco más de cuatro kilómetros y tan sólo un kilómetro de distancia separaba ambas orillas.

La playa de Las Canteras está situada en la vertiente occidental del istmo de Guanarteme. Los sedimentos llegaban hasta el litoral, formando una duna costera que recorría en paralelo la orilla de la playa. Tras esta primera línea, un campo de dunas libres que podían alcanzar hasta los 12 metros de altura. Las corrientes marinas conducían la arena hasta esta zona de la costa y posteriormente, los vientos alisios se encargaban de arrastrarla hasta tierra firme. De esa forma, la arena podría circular con libertad por el istmo, atravesando el campo dunar, hasta llegar a la costa oriental y la entrada de la vieja ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

Teniendo en mente esa imagen tan lejana para las nuevas generaciones, es difícil asimilar cómo aquel paraje natural se convirtió con el paso de los años en un jardín plagado de edificios, donde el sonido del mar se confunde con las bocinas de los coches; las prisas ganaron la partida a la calma; y la naturaleza aún trata de luchar contra las heridas que le provocó la mano del hombre. La misma mano que creó una barrera artificial de hormigón que paralizó el fluir natural de las cosas, y que en la actualidad genera un problema que preocupa a todos: la acumulación de arena.

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