“Bordeando la arenisca esmeralda de los mariscos, entre transparentes sarcófagos de dorado sol, los pequeños buscan su verdad en las ignotas lapas y en los escurridizos pececillos. El tiempo se ha detenido; sólo es presente; se está en una sola verdad y en un sólo pensamiento. Al margen de toda alineación, se vive un raro punto de equilibrio en la esquina de la ciudad. En el otoño -el otoño meteorológico- la playa de Las Canteras es más azul, más luminosa. El verano, el “veranillo de las nueces”, se prolonga hasta diciembre, en una fase del año que es la más agradable de la hermosa playa de Las Palmas. Ya en octubre los turistas superan a los bañistas locales. La Playa pierde su característica veraniega, pero gana en tranquilidad y placidez. El sol y el azul del mar son permanentes y un rato en Las Canteras es el mayor aliciente que ofrece la capital. Los niños lo saben, y en bajamar -cuando la playa se transforma en una gran piscina natural- disfrutan entre los arrecifes de la orilla, chapoteando en los charcos o margullando las pausadas aguas. Desde La Puntilla a La Cícer el áureo otoño de Las Canteras es una verdadera delicia, protagonista entre los atractivos de Las Palmas y natural lugar de expansión de la ciudad.”
Texto: Revista “Aguayro”, Nº 55, Año 1974.
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