“Necesito el mar porque me enseña.”. Pablo Neruda

Viernes: aviso naranja por costeros (oleaje) y aviso amarillo por viento.

El espíritu de Celestinito el salinero de El Confital sigue vivo con su nieto Celestino

Celestino Ramírez; hijo de Francisco Ramírez y Carmen Jerez, nieto de Celestinito “ El Salinero” de El Confital va a El Confital todos los días del año para dos cosas; una espiritual y otra hermosa.

A Celestinito nieto, El Confital le trae muchos recuerdos de su niñez, cuando por allí vivía con sus padres, sus numerosos tíos y tías y sus abuelos. Y es que Celestino es nieto del último salinero de El Confital

 

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Celestinito abuelo fue un hombre bueno, amante de su trabajo, adorado por los suyos y por sus amigos. Cultivo la mejor sal que se recuerda por estas tierras, sal que mimaba con esmero, igual que sus tierras en El Confital, creando un vergel en una tierra dura y erosionada.

El abuelo Celestino dejo de vivir cuando los Bravos, familia propietaria de los terrenos no les intereso concederle las concesión de las salinas a Celestino y su familia. Ya pensaban en negocios más importantes…. Tras algunas feas tretas echaron de El Confital a Celestinito con los suyos, fue el principio del fin de la vida de este gran hombre. Celestino nieto con todos sus tías y tías, y sus primos abandonaron su paraíso para ir a vivir apretados a la ciudad.

Celestino llega cada mañana caminando al rincón de sus recuerdos, a sentir la presencia de su abuelo, lo “ve” hasta con su cachimba de picadura atravesada en la boca. Cuando cierra los ojos ve los mechones de los mariscadores nocturnos de su juventud, oye los jolgorios de los tenderetes de las familias isleteras en los días de fiesta, huele el olor de los desaparecidos tunos de las laderas. Su espíritu es feliz.

 

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La otra razón por la que Celestino va al Confital es para cuidar de un pequeño huerto que él con algunos amigos cuidan con esmero de los azotes de los alisios, y de las mataperrerías de los gamberros que por allí se asoman. Un oasis minúsculo entre tanta piedra. Celestino y su pandilla de veteranos traen el agua a cuestas para regar arboles y plantas de todo tipo y condición; higuera, flamboyán, un planta encontrada en la basura que ha vuelto a brotar, etc. Ellos saben que su esfuerzo por ver crecer algo verde en este rincón apartado puede fracasar en cualquier momento, los peligros van desde el gamberrismo hasta la estricta ley. Les da igual, ellos son felices cada día que mantengan su hermoso huerto vivo.

 

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“Es un huerto, habla Celestinito nieto, en honor mi abuelo Celestino, que hace muchísimos años cultivo la mejor sal del mundo e hizo en este apartado rincón un vergel”.

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Las fotos antiguas son de Asunción Santana Ramírez.

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