Damas y Caballeros:
Muy buenas noches. Agradezco mucho me hayan concedido el honor de este acto inicial de nuestras fiestas del Barrio de Playa Chica, el Pregón, que como todos sabemos no es sino una invitación a disfrutar y participar en este Encuentro entre Vecinos, un encuentro entre Ciudadanos que pretende ser en sencillo estilo vecinal.
Para quienes no me conocen: Soy de este barrio de Playa Chica. Nací en el Nº 1 1 de esta calle de Torres Quevedo, cuando las señoras daban a luz en sus casas. Con la coincidencia de que mi abuela, Elvirita, era comadrona -partera se decía antes- y ayudó a venir al Mundo a muchísimos de nosotros.
Antes del desenfrenado progreso urbanístico surgido del turismo y de todo lo que trajo, nuestro barrio de Playa Chica, allá por los años 50, era un tranquilo arrabal, conectado con la playa como epicentro social y diario de asambleas y reuniones, donde todos nos conocíamos pese a la inevitable existencia de altas y bajas clases sociales.
Nuestro sistema de referencia estaba constituido por la propia playa , su borde en el paseo de Las Canteras que nos conectaba con el cine Millares, ya empezando La Isleta, por el norte.
A naciente, por el parque de Santa Catalina, activo centro de negocios de estraperlistas, contrabandistas y centro cotidiano de reunión de quienes no tenían casino: Empleados, comisionistas, pequeños burgueses que tomaban café mientras los limpiabotas lustraban sus zapatos, signo de opulencia por entonces, tan distinto al vestir de hoy. Incluso estafadores ambulantes, charlatanes, carteristas y demás pintorescos personajes que conformaban nuestra sociedad por entonces iniciando cierto despegue al bienestar.
Por el poniente, la avenida (así se llamaba entonces al paseo) nos llevaba hacia otro gran arrabal, le llamaban La Barriada que era el barrio de Guanarteme, nacido al socaire de la Central Eléctrica, con su tenebroso y negro depósito de aguas industriales y su sirena marcando el inicio y fin de la jornada laboral.
También estaba presente en nuestra vida cotidiana la Iglesia, que nos marcó a muchos en el orden religioso… y hasta político-social.
Quien no recuerda ver al guindilla, con su salacot blanco, bajar a la arena cual moralista a recriminar o llamar la atención -con pendencieros modos – a quienes no llevaban bañador largo, por la rodilla, amenazando con esposarlo y llevarlo a comisaría.
La misa del domingo, la procesión, el coro, serían así núcleos de actividad de todos nosotros, unos obligados y otros con mas vocación; San Pablo, los Franciscanos y el Cristo fueron nuestras tres parroquias donde ibamos a pedir al Cielo o simplemente a convivir con nuestros vecinos, conforme a las doctrinas y estrategias sociales de quienes nos gobernaban por entonces. Allí veíamos a las familias del régimen que hacían ostentación de su clase … o a los solitarios que rezaban vaya Ud. a saber porqué.
A veces, y sin saberlo, teníamos grandes personajes entre nosotros: Chano Gonzalo (a quien apodaban Chano Maiza), uno de los pocos canarios que conquistó con su voz de bajo el Teatro de La Scala de Milán, en su interpretación del Mefistófeles del Dr. Fausto. Muchos chiquillos le vimos narrar su actuación, y cantar arias de opera sentado, en bañador, en la misma arena de nuestra Playa Chica.
Entre nosotros vivió también, en la calle Bernardo de la Torre, como playero diario de sombrilla y albornoz, el Premio Nacional de Poesía Joan Margarit, aunque de familia catalana, su padre era arquitecto municipal en Las Palmas por lo cual estaba bien insertado en nuestros veranos de la Playa Chica.
Tuvimos en este barrio, en los años 50, al Alcalde Ramírez Bethencourt, como tenemos hoy a nuestro bien querido Cardona. Larga vida deseamos al Sr. Alcalde, aunque nos gustaría verle en nuestra asociación vecinal, entre nuestros ciudadanos, como vimos a su suegro, el Sr. Reyes, en esta Playa Chica.
En general, conforme al signo de aquellos tiempos de una sociedad de postguerra, eramos pobres como ratas pero felices, disfrutadores del sol, del pescadito fresco que salíamos a pescar en nuestra Barra Grande -escenario de grandiosos asaderos luego de horas de pesca y marisqueo y como no, de autenticas borracheras- y del dolce far niente tendidos al sol, con la mente soñadora imaginando glorias futuras por conseguir.
Nos gustaba coger pulpos, un arte en que se precisa la enseñanza de alguien que ya lo conozca, y muchos chicos ya veíamos con envidia a Isaac Godoy, maestro de pulpeadores y mariscadores. Nos enseñó a detectar un pulpo, algo que el ojo humano no consigue si no es previamente entrenado. Y nos enseñó que no debíamos destruir la guarida del pulpo que cazábamos, sino dejarla para que otro pulpo la utilizara… con lo cual ya teníamos el catálogo de madrigueras de pulpo.
La vaquería de Benjamín, donde la chiquillería iba a merendar leche recién ordeñada, con gofio. La latonería del solar de arena del edificio Playa Chica, donde uno aprendió lo mágico que era soldar al estaño. La carpintería de Evaristo -donde hoy tenemos la asociación- la carbonería de Fernando, la Escuela de don Pedro “El Cabeza” en Sargento Llagas, la panadería de Morales, la casa de la Papúa, ya famosa en aquella Isa, como atributo de Gran Canaria.
Habían clases o castas, según la calle que nos aglutinara: la zona de Peña La Vieja , la gente de Nicolás Estévanez aglutinados alrededor de los Quintana, la gente de los Franciscanos, junto a la calle Padre Cueto. Las pandillas de Sargento Llagas, caracterizadas por englobar a muchisimas damas de buen ver. Pero, todos, absolutamente todos, convergíamos en la playa, como ágora y centro de nuestro vivir.
La playa era un increíble medio de ahorrar, pues nos relacionábamos, nos divertíamos y conocíamos gentes cercanas y lejanas sin gastar un céntimo. Y encima, llenos de Naturaleza, de aire, de mar, bajo ese sol que nos da vida. Quien no tenia dinero para ir al cine del domingo, lo pasaba en la playa. El tiempo pasaba espléndido entre amigos, confidencias y sueños de juventud. Y luego, por las tardes y noches, el paseo, la tertulia, cual discoteca gratuita y sin alcohol.
Hoy también tenemos cosas buenas: esas exposiciones de fotografías retrospectivas, verdadera crónica-museo de nuestra sociedad playera, nos mantiene fresca la memoria y nos mantiene vivos en lo que fuimos, en lo que somos. Gracias a Desirée por su espléndido trabajo gráfico.
Y tenemos esta asociación de vecinos, que pretende ser algo más que un simple club de dominó -adoramos el dominó, naturalmente, pero también hay otras cosas-. Queremos que sea un pequeño pero intenso foco de amistad, de convivencia unida en aficiones comunes y en aprendizaje de cosas que aún no conocemos, en tertulias, charlas, conferencias, exposiciones, etc. por lo cual también hemos de dar las gracias a este pedazo de golfo que es Cristóbal del Rosario (quien al terminar este acto firmará autógrafos).
Queridos amigos: gracias de nuevo por venir y darme el honor de permitirme que sea yo quien invite a participar y disfrutar de estas fiestas, en las que hemos puesto mucha ilusión.
Finalmente, quiero rendir un emocionado homenaje a los que se han ido, a nuestros abuelos, a nuestros padres que vivieron nuestra playa, a otros de tránsito más reciente, a Elías, a Guillermo, este último un playero cotidiano que nos dejó en plena juventud. Le conocí chiquito, haciendo castillos y hoyos en la arena… hace ya creo que como 50 años.
Pregón leído en el inicio de las fiestas de Playa Chica 2012 por el arquitecto Sergio Jiménez Castellano.
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