Erase una vez, y no es un cuento, un grupo de amigos de por allí por la Peña la Vieja, que firmamos un compromiso el día 1º de Enero de 1950. Las edades de estos playeros podemos ponerlas entre 15 y 21 años. La convivencia entre nosotros, sobre todo en verano, era casi a diario. Practicábamos innumerables juegos playeros entre los que se contaban el futbol,- estaría bueno que no-, maratones saliendo de la Puntilla, desde los barquillos frente al Real Club Victoria, corriendo por la orilla de la marea hasta Punta Brava, allí tumbábamos hacia la derecha y nadando llegar hasta la Barra Partida, correr por ella dando saltos, y al agua de nuevo hasta la Barra de Enmedio, otra zambullida para llegar a la Barra Grande y con un nuevo galope llegar hasta la meta situada en el punto de partida. En estas galopadas no era extraño pegarse un buen partigazo con incrustaciones de erizos negros y canelos incluidos. Participé en todas las maratones pero no gané ni una. Dos ganadores, que yo recuerde, fueron Tony Gallardo y Juan Antonio Mentado. Otro “juego” fue el “cachascán”, destrozo integral de catch as you can, un tipo de lucha libre que traducido sin complejos sería algo así como: agárralo como y por donde puedas. Tú verás. Competiciones de natación, de la orilla a la Peña, de los Lisos a la Peña, de Punta Brava a la Peña, de la Puntilla a la Peña. Siempre, siempre la Peña como motivo principal. Aún lo sigue siendo. Bueno, pues de esa convivencia y de la lectura de publicaciones como Beau Geste, Doc Savage, Pete Rice, Bill Barnes y de relatos de Zane Grey, Jack London, James Oliver Curwood, etc, etc, surgió un culto, un respeto hacia el Honor y la Amistad. En esa juvenil y romántica época a alguno de nosotros se le ocurrió la siguiente idea: ¿por qué no nos comprometemos por escrito para reunirnos en la Peña el día primero de cada año? La idea fue aceptada y se redactó la Carta de la Peña la Vieja.