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Los héroes de mi juventud

Texto y dibujos de Vicente García Rodríguez. Febrero de 2.009 

De vez en cuando me place sentarme en uno de los bancos de la Avenida de la Playa de las Canteras, frente a la Peña la Vieja, para disfrutar del espectáculo, siempre distinto, que nos brinda esta bendita Playa de nuestros amores. Unas veces son multicolores atardeceres con un tranquilo mar, y otras nos ofrece violentos y escandalosos oleajes que se hacen añicos al llegar a la orilla. La masa de agua primero se desparrama sobre la arena, y luego retrocede silenciosamente volviendo sobre sus olas para aprovisionarse y embestir de nuevo con renovadas fuerzas, aparte del espectáculo visual, está el inconfundible olor a salitre. Ese olor que flota junto con el spray que produce el oleaje y que nos pone en orbita, transportándonos a pasadas vivencias playeras. ¿Nostalgia?. Quizás, pero de la buena. A mí al menos me hace sonreír. Oh, que quieren que les diga. Por lo pronto aquí estamos. Eso fue ayer, mañana ya veremos. Bues bien, con estas cosas estaba yo, medio traspuesto, cuando una mano se posó sobre mi hombro y una voz me dice ¿En que piensas amigo Vicente?. Me volví despacito para no violentar mis añoranzas, y me encuentro con un recuerdo viviente, un viejo amigo de los de 1.950. Antier, como quien dice. Pegamos a hablar y de nuestra conversa salieron brincando recuerdos con sus cosas y fuimos a parar a cuando intercambiábamos TBOS Pulgarcitos y novelas. Comentamos que en la actualidad se suelen mencionar como héroes antiguos al Capitán Trueno, al Guerrero del Antifaz y a otros más. Pero se dejan detrás a una buena tonga de superhéroes con más solera. Al rato nos despedimos pero me quedé con la matraquilla, de los olvidados héroes, metida en la cabeza. Hasta aquí todo normal. Pero un par de noches después de aquella conversación con mi amigo, me ocurrió lo que a continuación les cuento. Estaría yo por el primer sueño cuando me despiertan unas voces dentro de mi dormitorio. ¡Eh!, ¿y esto que es?. Enciendo la luz y casi me da un fatuto. A todas estas eran las dos de la madrugada. Por los pies de mi cama estaban un montón de mis antiguos héroes hablando animadamente entre ellos. De repente dejan de hablar y se quedan mirando fijos para mí. Me miraban con cierto afecto, pero a la vez con cara seria, y van y me dicen “hemos observado, con tristeza, que se mencionan más a colegas posteriores a nuestra época, que a nosotros”. Tenían razón en parte, pero quise demostrarles que yo al menos recordaba mis andanzas juveniles con todos y cada uno de ellos. Los fui nombrando por separado, comentando parte de las peripecias que tuvimos ocasión de compartir. A medida que mencionaba sus identidades y correrías iban desapareciendo con una sonrisa de complicidad.



TBOS

El hombre enmascarado.

Fuiste el héroe al que nunca pude ver el rostro completo. Siempre llegabas a tiempo de proteger al débil del abusador. Te ayudé en lo que pude.

 

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Flash Gordon.

Viajé contigo en futuristas naves espaciales. Participamos en peleas, espalda contra espalda, en defensa de los desprotegidos.

Jorge y Fernando «La Patrulla del Marfil».

Recorrí buena parte de África con ustedes, jóvenes exploradores, y no olvidaré nunca cuando encontramos en lo más profundo de la selva, al legendario Cementerio de los Elefantes.

Juan Centella.

Lo que más sobresalía de tu personalidad, aparte de tu poderosa musculatura, era tu prominente mandíbula. Parecía la parte baja de la proa de un rompehielos. Buenas palizas les pegamos a los malos.

Tarzán.

Entre los visitantes nocturnos, llamaba la atención por su precario ropaje, nuestro salvaje y silvestre amigo TARZÁN el Hombre Mono. Me dijo cinco palabras con su estilo telegráfico: “mi también ser de antes”, se sacudió dos tamborazos en el pecho, agarró el cable de la antena de T.V. como si fuera una liana, y pegando su peculiar grito, saltó por la ventana seguido de una simiesca y oscura figura. No pude recordarle aquel día que me salvó de la tribu “Caras Negras con Rayas Blancas”. Desapareció en un dos por tres entre las ramas de acebuche de un barranco que hay cerca de mi casa.

 

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NOVELAS

El pirata negro.

El Capitán Carlos Lezama y su segundo El Estudiante, manco, con un garfio. Era un diablo en los abordajes. Le recordé que juntos asaltamos, en el Caribe, lujosa mansiones de corruptos virreyes, y luego repartíamos el botín entre los lugareños.

 

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Doc Savage.

El imperturbable Hombre de Bronce. Maestro en todas las artes de lucha cuerpo a cuerpo. Invencible. Implacable con los sinvergüenzas y generoso con los oprimidos. Solía silbar una etérea melodía cuando se concentraba para resolver algún caso criminal. Recuerdo “El Tesoro del Polo”, ”La Calavera Roja”…que bien lo pasamos. Tenía un equipo de cinco ayudantes. Nombro a dos, Monky y Long John.

«Pistol» Pete Rice.

Famoso sheriff. Cabalgamos juntos persiguiendo a cuatreros y a ladrones de bancos. Eras rápido y certero con tu colt del 45. Donde ponías el ojo, ponías la bala. Buenos ratos pasé contigo y tus ayudantes leyendo el “Sheriff de la Quebrada del Buitre”, “Tres buenos Camaradas”…dale memorias mías a tus ayudantes “Látigo” Teeny Butler y a Hick “Miserias”.

Bill Barnes.

As de la aviación. Volé contigo más de una vez en uno de tus grandes hidroplanos de cuatro motores…”La Escuadrilla del Sahara”, “Alas de la Muerte”…saludos a “Shorty” Hassfurther, Cy Hawiking y Beverly Bates, y que me guarden un trago de ron.

La Sombra.

Leí todas tus andanzas. Eras uno de los más temidos justicieros. Pocas veces pude acompañarte en tus correrías, pues de buenas a primeras desaparecías en la oscuridad. Eras capaz de camuflarte en la sombra que proyecta el palo de una escoba. Silencioso, eficaz, implacable. Te buscaste un buen colaborador, Ciff Marland , creo que se llamaba. En” Los Muelles de Brooklyn, “La Sombra Viviente”, “La Sombra Ríe”, dejaste clarito que ningún malhechor escapaba a tu sombreada justicia.

Tres Hombres Buenos.

En Norteamérica, por el sur de Texas, Alta California…bueno, por esos andurriales, surgieron tres hombres que hacían valer la justicia a su modo y manera. Eso sucedía allá por 1.850 más o menos. Era un español, Cesar de Guzmán, un portugués, Joao de Silveira y un mexicano cuyo nombre se me acaba de olvidar. Su cometido era acabar con los desmanes de los poderosos hacendados de la época.

 

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El Coyote.

Este justiciero caballero andante, tenía su campo de operaciones en tierras mejicanas, donde en cada pueblo había un cacique que cometía toda clase de tropelías. En estos casos aparecía el Coyote que los emparejaba con sus infalibles “seis tiros”, dejando las cosas en su sitio. Algunos tiros pegué yo con estos personajes.

 

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Autores inolvidables.

Cuando creí que ya no quedaba nadie, veo entrar a autores de inolvidables relatos. Conversaban reposadamente y cada uno de ellos portaba entre sus manos una novela; Zane Grey llevaba a “La Heroína de Fort Henry”, Jack London a “Relatos de los Mares del Sur”, James Oliver Curwood a ” Kazán Perro Lobo”…había algunos más…

 

«Cuando se desvanecieron mis viejos amigos y otros visitantes, ya no pude pegar ojo. Me fui a mi viejo baúl y encontré novelas de Bill Barnes, Pete Rice y La Sombra. Comencé a ojearlas, quedándome embelesado, terminando por no saber si estaba aquí o allí. Cosas que pasan» Vicente García.

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