Foto. Vicente, el autor de este texto, junto al desaparecido gigante de Pilancones.
Adiós amigo.
Por poco no escribo sobre el Pino de Pilancones, pero no me he podido aguantar. He leído varios adioses, todos muy acertados, y casi no me atrevía a insistir sobre el tema., pero pienso que se pueden llevar varios ramos a una misma despedida. Voy a conversar un poco con nuestro respetado Pino.-“Me hubiera gustado estar a tu lado, viejo amigo, cuando caíste, aunque lágrimas me hubiera costado. Cierro los ojos, y me parece oír el enorme grito de tu tronco al desgarrarse tus entrañas. Al principio serían unos leves crujidos y luego, poco a poco, “in crescendo” hasta llegar al gran estallido final cuando te separaste de tu base. Tuvo que ser impresionante ver, tu noble y gigantesco tronco, caer sobre la tierra que te alimentó durante tantísimos años. Tu caída tuvo que ser elegante, majestuosa y, tal como habías vivido, sin perder la compostura. Golpeaste la tierra violentamente, pero a cambio, tus astillas, tus ramas, tu madera, servirán para abonar nuevas generaciones de pinos. Mis andanzas montañeras, desde 1.950 en adelante, y quiera Dios…, me llevaron innumerables veces por tus dominios. Con niebla, frío, calor, lluvia, al amanecer, por la tardecita, que se yo, siempre paraba para echarte un saludo. Como debe ser. Venía de Tunte por el Camino del Pinar, de Cruz Grande bajando por el Vivero, de Ayagaures por las Casas del Taginastal o subiendo por Las Tederas…por cierto, se me ocurre según esto escribo, que por esta última ruta unos cientos de metros antes de llegar al Pino, hay un túmulo de piedra con una placa recordando al Descansadero de los Muertos. Un apunte sobre esto último. Hubo un tiempo, que Ayagaures y su entorno estuvieron aislados de comunicaciones por carretera, y los que por allí fallecían, al no haber cementerio, eran llevados a enterrar a San Bartolomé de Tirajana. Subían caminando barranco arriba, con el féretro a cuestas, entre cuatro o cinco personas, y al llegar a la Cruz de la Umbría, en una pequeña llanada, descansaban para coger resuello. El féretro, era de madera de tea con cuatro brazos a modo de parihuelas, y una vez cumplida su misión, se devolvía al punto de partida. El recorrido era de unos diez kilómetros. Volviendo a lo que se me ocurrió un poco antes, podría hacerse un túmulo, recordando a tan emblemático ejemplar de Pino Canario. Bien, termino como el título de este modesto escrito. Quien tenga algún amigo en Medianías o Cumbres, sabe que el saludo de llegada o de despedida es: Adiós amigo. Fonéticamente y con todos los respetos:”¡Adiojamigo!”.
Vicente García Rodríguez
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