Será en La Puntilla la mágica noche de San Silvestre. Retumbarán en el cielo, evocadoras y vibrantes, las palmeras de fuego, compitiendo en luz con las farolas del mar, que estas noches sí alumbran; mientras que con la espuma de la ola brindará la mar.
El “incomparable marco” de Las Canteras para despedir el año tiene la ventaja añadida de que se puede llegar allí fácilmente caminando, en guagua o taxi, sin necesidad de correr el absurdo riesgo de conducir bebido el coche propio, con todo lo que eso supone hoy día.
En cambio, plantea una vez más el archicomentado problema de las consecuencias que tiene para la playa otra noche de muchedumbre, como sucede con las hogueras de San Juan, el entierro de la sardina o el Womad, que afortunadamente no se celebró allí esta vez.
Yo no dudo ni un “pejín” del amor a la playa de todos y cada uno de los asistentes a la Nochevieja de 2007 pero cuando estamos “en masa y de marcha”, amigo, los excesos son casi inevitables y muchos de nuestros comportamientos dejan que desear: botellones, botellines, pipí, cacotas, pernoctadas amanecidas, etc.
En definitiva, me alegro de que vuelvan las doce campanadas televisadas a Las Canteras y apelo a la responsabilidad del gentío.
Oiremos campanas y sí sabremos dónde.
Buenas uvas y buen vino.
Luis del Río García.
En La Puntilla, a 16 de diciembre de 2007
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