“Cuando dos caminos se separan… toma aquel que se dirija a la playa”. Hannah McKinnon

Miércoles de playa

Marea recogida

Un silencio puede alargarse indefinidamente debajo del mar. Dejar la arena empapada y extenderse aún más debajo de las olas. Esos días puedo saber que las cosas se reflejan en el agua. Todo queda distante y ajeno y la marea se recoge sin mas. Nada tiene que ver con la influencia lunar. Es algo que va más allá. Son días raros de octubre donde hay una comunión entre el interior la ciudad y lo que el mar va recogiendo. Creo que está ligado a la playa que intenta cubrirlo todo. Volver a su estado original y abarcar lo que le hemos ocupado. Ese silencio va recogiendo los granos de arena, ocultando las voces secretas de los visitantes diurnos y nocturnos. Hilos racheados de voces familiares y extranjeras. Todo ellos se va hilando en curiosos deltas que van quedando en diminutos rincones de Los Lisos y del Peñón. Todo confluye en ellos. Incluso esa cierta placidez de los que miran por la barandilla como buscando algo en la otra orilla. O de otros que simplemente miran hacia adentro. Otros que dejamos que el ruido y la violencia se adentre aún más.

La zona de puerto tiene toda esa mezcla ardiente y a la vez violenta. Con sus mezclas constructivas de cajones de colores y edificios semiopacos. Con sus luces y sombras en las callejuelas del istmo. A veces maltrecho y otros resucitando de sus cenizas. Una cierta tranquilidad del “dolce fair niente” se une a otras formas de laboriosidad más o menos asentadas. Por un lado las de los que trasiegan con sus mercaderías o servicios y los que dejan apenas un instante sus acusadas rutinas. Otros que trasiegan con sus manos, o con sus cuerpos adormecidos. Unos que despiertan al asombro y otros que ya acontecen en el otoño de sus vidas. Recalando en este delta con todas las preguntas hechas. Digo, por ejemplo, las de los marineros coreanos o japoneses que a veces pueblan un banco con pieles curtidas, los venidos del Este que hablan sus alfabetos eslavos a la sombra de las palmeras….los africanos, marroquíes, hindúes que han venido a fundirse en este abanico variopinto de culturas. La playa es un delta donde todos confluimos y traemos una parte del viaje hecho. Por eso es silencio de marea recogida va extendiendo sus visos en el mar. A veces de colores imposibles como el verdi sereno-negro-azul profundo, el rojo-anaranjado-casi púrpura-a veces, la blanca-somnoliencia-de siempre todo como una bandada de tórtolas en movimiento. Y por eso más allá de cualquier descripción se impone esa cóncava capacidad de recogerlo todo…..

Montse Fillol.

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