Travesía a nado La Puntilla-Peña La Vieja. “Marea alta, olas, risas y mucho burbujeo”.

Fotos Rafael Rodríguez.

Un navegante me contó que en el mar se puede tener presente un destino, pero cuando luchas con los elementos estás a merced de tus propios recursos. Fuerza, destreza algo de sentido común y también buena estrella. Con este secreto, también los veteranos nadadores, que empezaron hace más de treinta y cinco años a hacer esta travesía La Puntilla-Peña de la La Vieja todos los años, se enfrentan a dicho reto cada primer domingo de octubre.

Hoy como otros años acudieron a la cita veteranos, hijos, nietos, amigos y playeros quedaron para renovar el reto. Vicente García, uno de los fundadores, estaba allí para darles la enhorabuena por asistir. Dispuestos a enfrentarnos a una marea llena, con un pasadizo lleno de espuma y olas, nos reunimos frente a la Peña para inaugurar este ritual que nació de un grupo de amigos. Caminamos hasta la Puntilla. Unos callados y otros más dicharacheros. La marea ronca sobre la barra como un animal dormido. Sabemos que no será del todo fácil. Las olas dejan una estela de espuma sobre el pasadizo.

Me sumerjo. La corriente nos arrastra hacia dentro y se hace difícil avanzar. El agua está fresca y despeja los sentidos. Algo de intuición marina, desarrollada a fuerza de sustos, me previene. Hay que avanzar despacio, pero sin tregua. Trazo la línea de mi ruta; nadar en paralelo a la barra y después en diagonal desde El Pasadizo a la Peña. Otros compañeros eligen se acercan un poco más a la orilla. Quizás por eso son veteranos. Opto por el vaivén de las olas. Elijo balancearme entre el miedo y la posibilidad de que los elementos me impulsen. Nadar con oleaje es siempre desconcertante. Aparece una niebla de burbujas a cada paso. Existe la niebla bajo el mar. Quizás por ello, los veteranos decidieron imponerse ese reto, año tras año. La vida siempre es desconcierto; en la superficie oleaje y en el fondo la arena peinada. Me quedo sin la bocanada de aire necesaria. Sólo encuentro cierta tranquilidad en un nuevo intento o en el siguiente. A mi lado escucho las brazadas de mis compañeros que poco a poco se pierden entre olas. Unas más rápidas, otra más ligeras y bajo el agua, el burbujeo. La niebla submarina. Un corte de cielo y de luz hacen que se disperse una inquietud mayor. Otro pensamiento oscuro; las siluetas de gaviotas que parecen buitres se fijan sobre una nube de tormenta. ¿Una gaviota hambrienta puede ser un buitre? ¿El mar puede ser un desierto? En estos días el fondo se revela con una transparencia que se oculta en verano. Sin embargo, hay un cierto recogimiento en el fondo como si los peces percibieran mayores sacudidas. Un sargo flota hipnotizado. Su círculo negro en la cosa es un misterioso punto y aparte de la marea. A continuación un banco de salemas y sargos se dejan llevan por la corriente. ¿A dónde irán todos juntos?. Las algas verdes se desmelenan. Una lluvia de sebas rojas flota sobre la niebla marina. Evito el rebumbio en la zona de Lisos. Más de una vez he acabado sobre los mariscos de esa zona. La barra todavía está sumergida. Y veo como las olas la traspasan y caen en cascadas submarinas. ¿Existen cascadas submarinas? Veo un grupo de lebranchos engordados artificialmente que huye a la altura del Peñon. La línea de arena, gente, edificios y sombrillas en la orilla me hacen recordar una serpiente amarilla. El edificio Woermman es su cascabel ¿o cabeza?. Ni rastro de mis compañeros. La serpiente me persigue. Llego a la Peña con el impulso de la corriente. Las olas estallan sobre mi cabeza con su densa estela de espuma. Un banco de chispas azules me recibe en La Peña. Algunos de mis compañeros ya están allí, Juancho, Pepe, Lucas, Rafa haciendo fotos, Kiko, Angelo, todos tocamos la Peña, todavía quedan algunos por llegar….Por fin una serie de olas nos empuja a la orilla. Exhaustos, reímos. Cada uno ha hablado con la marea a su manera, dejándose llevar por sus palabras y silencios. Nada hay comparable a entender su alfabeto. Dejarse llevar por sus cascadas marinas, sus nieblas de burbujas y sus peces hipnotizados. Así nos retiramos hasta la próxima cita donde daremos “la bienvenida al mundo de los recursos propios” según el amigo navegante.

Montse Fillol

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