“Cuando dos caminos se separan… toma aquel que se dirija a la playa”. Hannah McKinnon

Viernes: con la brisa del norte llegan las nubes

Travesía a nado Arinaga 2007

Desde las primeras horas del alba, en la mañana del domingo, 2 de septiembre, los más madrugadores ya nos dejábamos ver con nuestras mochilas, bolsos y bolsas por la Avenida de los Pescadores de Playa de Arinaga.

En la gran carpa montada sobre el paseo marítimo comenzaban a instalarse las mesas y aparatos musicales y a gestionarse los preparativos de esta gran prueba de natación de carácter anual.

Como aún era temprano, decidí recorrer la playa junto con mi compañero Pepe Sosa, hasta las Salinas, que están casi al final de la Playa en dirección al nuevo Muelle de Arinaga, situado al sur del Muelle viejo.

El inconveniente con el que nos encontramos fue que no podíamos andar descalzos en una gran parte de ella, dado que los guijarros se clavan sin piedad en la planta de los pies.

Mañana soleada, marea baja pero iniciando su ascenso a las órdenes de la naturaleza e influjo de los astros, en especial de la luna. Es muy grande la relevancia que tienen las fases lunares en los flujos y reflujos de las mareas.

La XI edición de la Travesía a nado de Arinaga se ha celebrado con gran emoción y sentido de la profesionalidad y responsabilidad. Es junto con la travesía a nado de las Canteras, la más veterana de cuantas pruebas se realizan en las playas del Archipiélago a lo largo del año. Muchos nadadores somos asiduos a esta cita, debido a su gran encanto. Exige preparación y entrenamiento para poder superarla. El mar de Arinaga fuera de los límites de sus muelles impone su ley: la del mar con sus vientos, corrientes y fuerza. Eso sí, nadamos seguros porque los profesionales de salvamento y socorrismo estuvieron pendientes en todo momento de nosotros.

Ya nos es conocida la maestría y profesionalidad con la que el infatigable, Sr. Félix, dirige este elogiado evento.

Desde que nos vio por allí, puntuales a la cita veraniega, de inmediato se acercó a saludarnos. Siempre, micrófono en mano, va dirigiendo, señalando, aconsejando y cómo no, ordenando en todo momento lo que hay que hacer. Controla hasta el mínimo detalle. Es un experto en la materia.

Hay que tener en cuenta que para hacer el recorrido de 1.500 metros -gran parte de ellos fuera del abrigo del Muelle viejo- hay que estar en forma y muy pendiente del estado de la mar.

El número de participantes superó largamente los trescientos. Benjamines, alevines, infantiles, cadetes, juveniles, absolutos y master (estos últimos desde los 25 hasta los 75 años) conformaron las diferentes categorías en función de las edades de todas las personas participantes.

También se hizo otra carrera -en la que participaron nadadores no federados- de carácter popular, lógicamente no tan larga como la de los master. En primer lugar se realizó la prueba popular y la de los menores.

Los gorros enumerados, que sirven de dorsal, el número rotulado en el brazo y el chip colocado en el tobillo son elementos necesarios de identificación. Este último tiene por finalidad registrar el tiempo realizado y el lugar de clasificación.

Al sonido del silbato los nadadores, hombres y mujeres, éstas unos minutos más tarde en evitación de la cantidad de golpes que involuntariamente nos propinamos, nos lanzamos al mar, no sin antes gatear y apoyarnos en los otros compañeros para mantener el equilibrio, al estar el manto del fondo repleto de guijarros.

Las dos primeras balizas las rebasamos todavía en bloque pues las diferencias entre las distancias de los nadadores, salvo excepciones, todavía no eran significativas. Ahora bien, franqueada la segunda baliza, el mar mostró otro rostro menos risueño, zarandeado por la corriente y el viento que soplaba en dirección contraria a nuestra derrota. Fue el trayecto, más largo y más duro, al estar la zona fuera de los límites que resguardan la bahía.

Hasta conseguir llegar a la tercera baliza, mar adentro y siempre de cara, frenando nuestro avance, las distancias marcadas nos hacía aparecer más dispersos.

En el giro de 270 grados que realizamos en la tercera baliza para enfilar nuestras brazadas hacia la siguiente, que venía a ser la primera que pasamos, pudimos recuperar parte de las energías consumidas en aquel largo tramo, porque la corriente empujaba en la nueva dirección a la que cambiamos. Ya en el último giro, por la primera baliza, también se encontró alguna resistencia, aunque debilitada porque teníamos a la vista la Playa y estábamos al abrigo del Muelle viejo. Ya podíamos respirar aquí con satisfacción por el deber cumplido.

El fondo de nuestro mar de Arinaga, tan pedregoso en sus primeros metros, adentrándose en su seno, no se hace del todo arena ya que su largo recorrido está salpicado de piedras y de flora; sólo se vieron unos pocos peces desorientados, la mayoría al presentir tanta algarabía huyó de su propio hábitat. Eso sí, al atravesar el penúltimo tramo, ya con menos esfuerzo, pudimos apreciar la transparencia de las aguas, su profundidad, su murmullo inimitable, su eterna movilidad, su infinita continuidad.

Por fin una reflexión, hemos de estar orgullosos de la limpieza de nuestras bahías, de nuestras playas.

Todos los años renovamos la ilusión de vernos engullidos en sus aguas. Merece la pena realizar la prueba.

Invito a todos los que pudiendo aún no lo han hecho, a que se lancen sin miedo a afrontarla. Sólo con ilusión y preparación nuestros sentidos palpitarán de nuevo con otras sensaciones que están más allá de las orillas de la hermosa Playa de Arinaga.

La prueba fue organizada por la Concejalía de Deportes del Ilustre Ayuntamiento de Agüimes con la colaboración de la Policía Local, Cruz Roja y Protección Civil de Agüimes y demás entidades como Club Natación Agüimayro, Gedecan, Coca Cola, La Caja de Canarias, Ronández, Base Sport, Red Bull, Herbalife, Canaritas y Top Time.

Con la entrega de trofeos y una suculenta paella, se dio por concluido este grato evento deportivo. Gracias a todos.

Juan Manuel Bautista

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