Había reboso en la Playa de Las Canteras, era un día soleado de diciembre. La mar estaba montañosa, una fuerte corriente se paseaba por delante de La Barra. Había calima marina, y gran cantidad de algas eran arrastradas por la corriente. Casi todos los habitantes de la playa estaban ocultos al abrigo de alguna cueva o de alguna gran piedra. Sólo algunas pandillas de grandes y fornidos peces se aventuraban a nadar con ese reboso. Sancho el lebrancho era feliz, estos días eran para él y todos sus amigos los mejores del año. Se dedicaban a juguetear con las olas o a hacer carreras contracorriente. Para Chona la panchona era una lata tanto vaivén, demasiado ajetreo para picotear con sus amigas en La Barra, y si había algo que le gustaba a Chona era comer. Su pandilla era conocida en la playa como Chona y las panchonas glotonas.
En el hoyo del fondeo, frente a La Barra, había una reunión, estaban Darío el seifío; Paco el sargo y el sargo breado que siempre estaba cabreado. Todos ellos habían acudido a la reunión, convocada por Darío, con su familia y amigos.
– Mal día para salir de casa, comentó el Sargo Breado con cara de pocos amigos.
– La verdad es que en casa se estaba bien, espero que sea importante lo que nos va a decir Darío, dijo Paco.
Todos los peces allí reunidos comentaban lo fuerte que se había puesto la mar en estos días.
Por fin, el seifío Darío llamó al orden para comenzar a hablar.
– Estimados amigos, les he convocado con tanta urgencia y en un día tan desapacible porque creo que tenemos un grave problema en nuestra playa. Creo que es nuestro deber como habitantes de Las Canteras, intentar solucionar situaciones como la que se nos ha presentado en estos últimos días.
Todos los allí presentes ya habían enmudecido y prestaban gran atención a las palabras del más afamado seifío de la Playa, y es que Darío se había hecho famoso por sus importantes iniciativas para salvaguardar la Playa de grandes problemas, casi siempre originados por los humanos.
Suso el pulpo, que había construido su última casa en el Hoyo del Fondeo, se asomó al oír tanto alboroto y también escuchaba con atención.
– Compañeros, continuó Darío, ante la inminente llegada de la navidad y con la pronta visita de los Pejereyes Magos de Oriente, no podemos permitir que la playa siga recibiendo los vertidos que se vierten en la Cícer. Hay muchos alevines enfermos y otros muchos nos han abandonado para siempre por nadar entre las sucias aguas de esa zona.
La Fula Tula no soportaba tener visita y su cueva estaba muy cerca de la reunión, así que se había asomado para echar a toda aquella gente de allí, pero se interesó por el discurso de Darío, ya que algunos familiares suyos habían caído enfermos debido a los vertidos.
Sancho el lebrancho y Chona la panchona se habían acercado también al Hoyo del Fondeo al enterarse de la reunión. Apareció igualmente Toño el centollo con su nuevo peinado moderno de algas verdes. Sin querer pisó a Bruno el tapaculo, que confundido con la arena no pestañeaba con sus ojos saltones oyendo atentamente a Darío. El pobre Bruno se dio un susto de muerte pues pensó que lo que se le venía encima era una enorme piedra llena de algas, por suerte era Toño, que enseguida le pidió disculpas.
Cada vez había más peces en el Hoyo ya que a todos les preocupaba su barrio y sabían que si Darío el seifío convocaba una reunión era por algo serio, además todos tenían algún familiar o amigo que había caído enfermo debido a los vertidos. Y últimamente nadie se atrevía a acercarse a la zona de la Cícer, lo cual les apenaba mucho, porque todos en su infancia habían pasado grandes momentos entre las olas de esa zona de la playa.
– ¿Has pensado en alguna solución?, dijo con gran preocupación Berta la palometa que se había acercado con sus inseparables amigos Manuel el jurel y Juana la galana.
– Por lo pronto lo que tengo son algunas informaciones de la jaca Paca y de Carmelo el cangrejo que han echado un vistazo a la orilla con la marea vacía. Al parecer los humanos también se han movilizado y en una manifestación por el paseo culpaban al dueño de una fábrica de anzuelos. Y también Carlota la gaviota me ha dado una información valiosísima: al parecer, el dueño de la fábrica es el mismo que se pasea con la escandalosa moto de agua detrás de La Barra y que el pasado año hirió a Lola la tortuga boba.
Barto el pez lagarto, que hasta ahora había permanecido enterrado en la arena pero escuchándolo todo, se sacudió la arena de cuatro coletazos y sobresaltó a Carmelita la Culebrita que en silencio se había acercado a la reunión.
– No hay derecho, exclamó Barto. Esa fábrica nos ataca por todos lados, tenemos que buscar una solución inmediatamente.
Helena la morena, que se estaba cepillando los dientes con Aarón el camarón dijo: propongo que ahora que todos conocemos el problema nos vayamos a casa a meditar y buscar alguna solución, podríamos quedar mañana otra vez aquí mismo para contar las diferentes ideas, ¿qué les parece?
– Darío tomó la palabra. La verdad es que con el mal tiempo que hace, no es una mala idea. Es importante que todos pensemos en alguna medida. Y además, me acaba de decir Lola la tortuga boba que ella viene de la isla de El Hierro y que allí ya estaba el tiempo bueno, por tanto es muy posible que mañana ya esté bueno aquí también. Así que hasta mañana y muy buenas noches.
A la fula Tula no le hizo mucha gracia que volvieran a quedar en las inmediaciones de su casa, torció el gesto y pensó: bueno, todo sea por el bien de la Playa y nuestro entorno, tendré que hacer trabajo extra limpiando los alrededores de la cueva pero creo que por esta vez valdrá la pena.
El día ya estaba tocando a su fin y muy pronto las viejas comenzarían a tejer sus sacos de dormir. También como todas las noches la playa recibiría la visita de algunos peces de los barrios de detrás de La Barra. Angelote ya estaba por el pasadizo manteando su cuerpo moteado. También se acercaba el chucho Toby con su familia al completo. A medida que iban acariciando los bancos de arena con su blanco vientre, las anémonas que se habían asomado a la noche desde sus oquedades labradas en la arena, se iban escondiendo, huidizas.
Carmelita la culebrita se paseaba entre los sebadales en busca de alimentos para la camada de alevines que aguardaban en su cueva con tan sólo unas semanas de vida. Allí en los sebadales se encontró con Carlitos el caballito de mar que ante tanta corriente se aferraba con su cola al sebadal con gran esfuerzo.
– Hola Carlitos, veo que no estás teniendo una muy buena noche, ¿te has enterado de la reunión?
– Si, ya pasó antes por aquí Sancho el lebrancho y me contó, pero yo con este temporal no puedo ir tan lejos, así que se agradece que de vez en cuando me informen de las novedades.
– Mañana tenemos otra reunión para aportar soluciones, ya vendré a contarte lo que ocurra.
La culebrita se despidió y prosiguió con su faena. Pronto se tropezó con una pandilla medio adormilada de mugarras a las que no quiso molestar más de lo necesario así que tan sólo se dirigió con sigilo a Lara, la más popular de todas ellas, y le dijo lo de la reunión del día siguiente.
Así, se fue corriendo la voz por toda la Playa y pronto no había pez o crustáceo que no supiera lo de la reunión en el Hoyo del Fondeo.
Con el final de la noche también se disipó la tormenta y amaneció un bonito día con la mar totalmente en calma y la marea vacía. Carmelo el cangrejo buscaba los primeros rayos de sol desde la Peña del Castillo en La Barra. Chona llevaba una hora desayunando en la zona del ascensor con toda la pandilla glotona. Sancho hoy estaba un poco aburrido pues no tenía olas ni corrientes contra las que luchar. Todos se preparaban para la reunión y con seguridad habría aportaciones sobre como atajar el problema, porque todos se sentían muy comprometidos con la playa.
Llegó la hora y el Hoyo era un hervidero de peces, no faltaba nadie, hasta las Bailas que no se suelen dejar ver mucho por la zona habían aparecido, también es cierto que la franja afectada por los vertidos era su área de recreo preferida y por tanto estaban muy preocupadas.
– Bien, saludos a todos y muchas gracias por venir dijo Darío el seifío. Espero que durante la noche les haya acompañado la lucidez y tengan buenas ideas para acabar con los vertidos en la Cícer. ¿Alguna propuesta?
– Creo que podríamos construir una cerca en la zona de los vertidos para que no se acerque ningún alevín allí, dijo Sancho.
– Esa sería una solución provisional, afirmó Chona. El problema seguiría estando ahí, creo que lo mejor sería aprovechar nuestra amistad con las gaviotas y con los cangrejos para que taponen con arena y piedras la cloaca. Ellos pueden sobrevivir fuera del agua y nosotros podríamos acercarles las piedras hasta la orilla.
– Sí, pero acercarse a la zona de los vertidos es muy peligroso, podríamos enfermar todos en el intento, afirmó Berta la palometa. Yo creo que lo que podríamos hacer es llamar la atención de los humanos con una manifestación en la zona de la Cícer, podríamos ponernos todos a flotar como si estuviéramos moribundos y seguro que reaccionarían al vernos.
Esta idea tuvo gran aceptación y todos comenzaron a hacer comentarios sobre como llevarla a cabo.
– Esperen un momento, dijo Suso el tentaculado, a mi se me ha ocurrido otra idea. Según me cuenta Carmelo que está al tanto de todo lo que ocurre ahí afuera, va a haber una exhibición de motos de agua el día de navidad detrás de La Barra. Como es sabido, Luzardo que es el dueño de la fábrica de anzuelos, es un amante de este deporte que tanto peligro supone para muchos de nosotros, así que seguro que participará. Hizo una pausa en su discurso, resopló por su sifón y prosiguió. He pensado construir una trampa con los cables y tanzas que nos han arrojado los humanos al mar, y cuando ese cretino caiga al agua podemos, con la ayuda de todos, llevarlo hasta el fondo y darle un buen susto, también podemos preparar un mensaje con recortes de letras de envases y plásticos en el que diga que no queremos más vertidos en nuestra querida playa.
– ¡Excelente!, exclamó Barto
– Muy buena idea, dijo el siempre enfadado sargo breado.
– Eso es, démosle su merecido a ese detestable personaje, dijo Tula.
– Me las va a pagar caras ese gamberro, dijo Lola que luce una gran cicatriz en su caparazón. Pienso pegarle un mordisco que se va acordar de mí toda la vida.
Todos parecían aprobar la idea de Suso, así que Darío propuso que trazaran un buen plan para no fallar el día de la navidad.
Carmelo y Paca se encargaron de fabricar la nota que le harían llegar a Luzardo. Con sus muelas les era muy fácil recortar las letras de los envases y plásticos. Cómo pegamento utilizaron las babas de una vieja vaca marina amiga de ambos. Suso era un experto recolector de todo tipo de cosas del fondo del mar, así que enseguida reunió cables y tanzas con las que preparar la trampa.
Por su parte, Carlota con su visión desde las alturas buscó el mejor lugar para tender la emboscada. Creo que el pasadizo será ideal, espero que les guste la idea, pensó para sí misma.
Los encargados de llevar hasta el fondo a Luzardo serían Angelote, el chucho Toby y todos sus familiares, puesto que eran los más fuertes de la comunidad. Los sargos, lebranchos, panchonas, jureles, galanas, mugarras, herreras y casi todos los bancos de peces querían aportar algo y pensaron que les encantaría darle una tunda de morrazos mientras estuviera bajo el agua, en su territorio.
Llegó la navidad, todos los peces estaban muy nerviosos y excitados, habían trabajado mucho y era un día muy importante para ellos.
Comenzó la exhibición de las motos de agua detrás de La Barra y todos los peces habían tomado ya sus posiciones, faltaba muy poquito para el gran momento. Toño el centollo llevaba hoy un peinado más agresivo, hecho con algas rojas. Suso el pulpo había tornado en colores oscuros y se daba un aire bastante enfurecido. Bruno el tapaculo también tenía su moteado más oscuro de lo normal. Se notaba una gran tensión en el ambiente.
Cuando acabó la exhibición comenzaron a pasar todas las motos por el pasadizo, la última era la de Luzardo. El momento del ataque lo avisaría Carlota al caer en picado sobre el mar y hundirse en las cristalinas aguas del pasadizo. Llegó el momento y Suso con sus tentáculos tiró de los cables desde La Barra; al otro lado, en La Barra Amarilla estaba la morena Helena con el mero Pedro, ambos tiraron con fuerza de los cables tensándolos hasta que la moto chocó con ellos. Luzardo cayó al mar y entraron en acción Toby, Angelote y sus familiares, que lo empujaron hacia el fondo. Pronto comenzaron a lanzarse en tropel los sargos, luego las panchonas, los jureles. lebranchos, galanas, mugarras… Todos los bancos de peces le dieron su merecido a Luzardo. Esperaba su turno Lola que propinó un gran mordisco en las nalgas. Carmelita le introdujo la nota en un bolsillo y seguidamente Angelote, Toby y los demás chuchos lo devolvieron a la superficie. Luzardo estaba aturdido y no comprendía lo que le había ocurrido. Sólo cuando llegó a la orilla y vio la nota pudo entenderlo todo.
Al día siguiente habían cesado los vertidos en la Cícer.
Todos los habitantes de los fondos de la Playa de Las Canteras lo celebraron con una fiesta por todo lo alto, hasta el siempre cabreado sargo breado parecía hoy feliz.
Llegó el 6 de enero y los Pejerreyes Magos de Oriente trajeron regalos para todos los alevines de la playa que ya se habían recuperado de su enfermedad provocada por los vertidos de la fábrica.
Horacio Hernández Rodríguez (Twitter @bahiaconfital)
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