Una breve descripción y reflexiones sobre la travesía a nado de esta hermosa Bahía.
Desde una hora temprana, sobre las 8.30 de la mañana del pasado sábado, día 11 de agosto, en el aparcamiento situado en el campo de Fútbol de la Capellanía del Carrizal de Ingenio, los componentes del equipo organizador ya repasaban las listas de los participantes de la prueba. Con el control de listas y la entrega de la documentación requerida, fuimos subiendo a los autocares que nos llevarían hasta la Base Aérea de Gando, y de allí, una vez pasado el control, hasta la zona de aparcamientos, sita junto a la Avenida de la Playa.
El número de nadadores, masculino y femenino, fue de 161, organizados por categorías -absoluta y máster- (de la A a la K), según establece la reglamentación de la prueba y tras los preparativos de entrega de gorros y dorsales, comenzó la prueba competitiva. Eso sí, previas las instrucciones impartidas por el juez de salida que también ejerció como de juez de llegada.
Realicé mi travesía particular ya que mis vivencias, a lo largo del recorrido, iban por otros derroteros.
Consciente de la limitación del esfuerzo por los dolores musculares que en las últimas pruebas me afligen, intenté nadar a ritmo sostenido, lanzándome al agua en postrer lugar para así evitar cualquier patada perdida de las muchas que en este tipo de salidas, inconscientemente nos propinamos.
El agua cristalina y trasparente nos dejaba ver no tanto la flora como la fauna que esconden estos fondos marinos. Apenas es visible aquella, pues cubre el fondo marino un manto de arena dorada que, en las zonas menos profundas, se abrillanta con el reflejo de los rayos de sol.
Según avanzábamos desde la segunda baliza de señalización del recorrido hasta la tercera, al hacerse el mar más profundo, desaparecía su visión, sustituyéndose por un murmullo salino, sonido característico de la inmensidad de las aguas. La visión de la costa en promontorio del saliente de la Montaña del “Lazareto” se alzaba imponente.
¡Cuánta vida marina albergarán sus fondos! Por ser una zona azocada, protegida de los vientos, se hace propicia para que las brisas y el sol se explayen sin sorpresas en todas las direcciones.
Me gustaría que una vez al año, además de la competitiva, se pudiese celebrar alguna prueba de carácter popular, participativa, en el que el único premio que se obtenga sea la satisfacción de poder gozar sin prisas de estas nítidas aguas azules y cristalinas, pues cuando se compite por un trofeo, nos falta un instante de sosiego y serenidad para llegar a su plena contemplación.
La característica del tramo comprendido entre la tercera y cuarta baliza, en la zona más alejada del punto de partida (habida cuenta de que la forma perimetral del recorrido configuraba un rombo cuyos ángulos horizontales eran más cerrados que los verticales) radicaba en el ofrecimiento de un inmenso panorama de agua que nos hacía ver las figuras de la playa empequeñecidas.
Una vez realizado el giro de la cuarta a la primera baliza, un ligero viento refrescante que peinaba la superficie de las aguas y una ligera resistencia de la corriente nos hizo mantener más vivo el aleteo de piernas y el barrido de brazos al objeto de mantener el mismo ritmo que cada participante estaba marcándose. Al doblar esta última, que era asimismo la primera que cruzamos, ya quedábamos situados perpendicularmente a la playa, viendo cómo la meta se nos acercaba a pasos agigantados.
Un breve refrigerio sirvió de alivio para reponer las energías gastadas.
En la entrega de trofeos participaron las autoridades
militares de la Base Aérea y las autoridades municipales
de la Villa de Ingenio.
El Servicio de Seguridad y Socorrismo, auxiliado por embarcaciones y lanchas auxiliares, mantuvo la prueba bajo control.
Agradezco los servicios prestados por todas las Entidades públicas y privadas así como por las personas colaboradoras del Instituto Municipal de Deportes del Municipio de la Villa de Ingenio, dirigidos con mucha clase por Dª Tony Luz, eficaz conocedora del evento. Hasta pronto.
Juan Manuel Bautista