Las Canteras
Un largo paseo cerca del mar por la nuca de la ciudad.
Melodía persistente de las olas a ritmo de marejadilla.
La barrera es una pinzelada que pacifica la playa y decora el paisaje.
Muchedumbre de gente, mestizaje de culturas,
de la Puntilla al Auditorio de ida y vuelta,
del alba a la puesta del sol
y la mirada por sorpresa del Teide
desde el techo al horizonte.
Arena de colores, todos los climas cada día, todos los días del año.
Murmullo de olas y el estallido furibundo de vez en cuando.
También silencio de horas, de juegos y de risas un montón.
Mañana volveré, cada día es diferente, haga frío, sol, lluvia o viento.
El mar, este rincón de mar, y la playa a la espalda de la ciudad
que la hace única y la gente.
Las primeras horas y las últimas de un aposento de tres años
las pasé contigo.
Fué un enamoramiento a primera vista.
Hoy, cuando estoy a tres mil quilómetros lejos
Te echo en falta y te deseo como nunca.
Necesito sentir tus carícias, tus olores,
tu murmullo, tus colores.
Recuerdo persistentes nuestras citas de amor contemplativo y platónico.
Nuestras vidas compartidas y nuestro presente.
¿Cuando podré volverte a ver si el tiempo se escapa y el cuerpo se apaga?
¿Cuando podré tocarte de nuevo, si no sabemos donde estaremos mañana?
Jugar a hacer el amor con un paisaje no puede ser pecado ni libertinaje.
¿Es, quizás, incesto?
No, solo es un gesto de compromiso con el propio linaje.
Valentí Bigordà Moragas.
“Me llamo Maribel y quiero que tengáis este poema que mi marido escribió para Las Canteras, el ya no está con nosotros, se lo llevó un maligno cáncer de colón, el cual fue detectado y tratado en el hospital Negrín. Muchas gracias a todos los Canarios que siempre nos arroparon en este proceso tan duro, como podéis ver en el poema Las Canteras era nuestro delirio”.