En la playa de Las Canteras existe una roca bastante grande a los que todos llamamos Peña de la Vieja. Unos dicen que es porque allí se ahogó una anciana, otros que porque en aquel lugar se pescan unos peces llamados viejas. Pero yo creo que el nombre le viene por una historia que ocurrió hace muchísimos años, tantos, que ya nadie lo recuerda.
En aquel entonces apareció por la playa un joven navegante, ávido de conocer los lugares más recónditos de la tierra. Así llegó un día su barco a la dorada playa de las Canteras, allí se encontraba Marta, la hija de un humilde pescador que ayudaba a su padre a coser las redes. Éste se apresuró a ayudar al joven a bajar a tierra y le invitó a quedarse en su modesta casa todo el tiempo que fuera a permanecer en la isla.
El joven poco a poco se fue interesando por la bella Marta y ella por él. Se enamoraron y acabaron viviendo un dulce amor junto al arrullo de las olas. Cada tarde nadaban hasta una pequeña roca cercana a la orilla y allí, sentados, esperaban a que el sol se escondiese detrás de la hermosa isla vecina.
Pasado un tiempo el joven se cansó de estar en la isla y le dijo a Marta que se marchaba a buscar nuevos lugares. La joven lloró amargamente y entonces él la llevó nadando a la pequeña
roca y mintiéndole, le dijo que sólo tardaría un mes, que ella contase los días y que cuando se cumpliese el tiempo, viniera a la roca y se sentara a esperarlo, que él volvería esa noche.
El joven partió y la hermosa Marta estuvo agitando su pañuelo hasta que el barco se perdió en el horizonte, luego regresó, muy triste, a su casa. No volvió a sonreír y contaba con ansia los días que faltaban para que se cumpliera el tiempo prometido.
Cuando el día llegó, al atardecer la joven nadó hasta la peña y allí permaneció hasta que se hizo de noche, sin apartar sus ojos de la línea del horizonte. Por la mañana su padre, al ver que no estaba en la casa, corrió a la playa: la vio quieta sobre la roca mirando a la lejanía. Se acercó nadando y, por más que trató de persuadirla de que regresara con él a su casa, no lo logró, por lo que el pobre hombre volvió, poco después, con algo de alimento para su amada hija.
Marta apenas los probó, su mirada continuó perdida en el mar. Así pasaron un par de días. Nadie logró convencerla de que su amor no volvería, ella continuaba sentada allí. En pocos tiempo su hermoso cabello negro como el azabache se tornó blanco y su bella piel de tanto sol se fue agrietando. Poco a poco su aspecto se fue pareciendo cada vez más a la roca donde seguía sentada. Las algas, crecían, se enredaban y subían por sus piernas, las cuales, cada vez más formaban parte del entorno, hasta que quedó totalmente petrificada.
Con el tiempo, la roca iba creciendo un poco más cada día y a la vez iba desapareciendo la silueta de la joven, hasta que ya nada pudiera recordarla. Por eso se olvidó esta historia.
La Peña de la Vieja es todo un símbolo para Las Canteras. Sólo yo sigo pensando que Marta sigue allí, firme como la roca, esperando que su amor vuelva un día a buscarla.
Pepi Núñez Pérez 8 de Junio de 2007
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