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27/04/2025 04:04 🕦
Debes saberlo
En el mar, extremen las precauciones con la marea llena, en zonas abiertas al oleaje y en los pasadizos.

Nadadores playeros en los montes de Gran Canaria. Excursión por las Cumbres de Tejeda.

A las diez de la mañana del Domingo de Ramos, día 9 de abril, parte del equipo de nadadores playeros -esta vez constituidos en deportistas montañeros- llegamos a los Llanos de la Pez, municipio de Tejeda, en vehículos particulares para hacer una excursión por la cumbre. Cambiamos este día de playa y de mar por el de montaña. A las órdenes de nuestro compañero y guía, D. Vicente García, emprendimos la escalada hacia la cumbre, empinando el monte tras recorrer la pista de tierra, que conduce al refugio Díaz Bertrana en la Cañada del Escobón para seguir subiendo hasta la Degollada de los Hornos.

A nuestra derecha se abre un hermoso paisaje, mostrándonos allá en lo alto el encantador pueblo de Artenara y hacia la izquierda el emblemático Roque Nublo, orgullo de los canarios, inmortalizado en sus canciones folklóricas. El paso sostenido y largo de nuestro Jefe nos incitaba a seguirlo so temor de quedar descolgados del grupo y perdido en la maraña de pinos que por doquier nos arropaba. Tras avistar la pequeña presa de Hornos a nuestra derecha, llegamos a la Degollada del mismo nombre. Aquí se hizo una parada para inmortalizar el paisaje con unas fotos del grupo, que estaba formado por D. Vicente, Richard y familia, Sergio y señora, Kiko, Pepe Sosa y un servidor. En total diez caminantes, ávidos de respirar el aire puro de nuestras cumbres.

Siempre en dirección Sur, arribamos a los altos de Pargana y sus cuevas, dormitorio y refugio de caminantes en otras épocas, así como a la Cañada del mismo nombre, en cuya hondura veíamos serpentear el agua cristalina. En esta zona la mejor música que acariciaba nuestros oídos era la creada por la brisa que el aire compone entre la gran masa de la arboleda. El halagador murmullo del aire emulaba el producido por la corriente de agua. Por lo demás, cautivados por el silencio y apartados del vocerío humano y del tráfico de los pueblos y de la ciudad, el sosiego y la quietud nos invitaban a buscar nuevos horizontes en la cumbre.

Más al Sur pudimos contemplar a lo lejos y a nuestra izquierda, la presa de Sorrueda y las soleadas casas de los pueblos de San Bartolomé y de Santa Lucía de Tirajana así como el alto macizo de Amurga. Al frente y muy lejos, el empequeñecido faro de Maspalomas. Por fin alcanzamos el Refugio de Cho Flores, lugar de descanso de caminantes en otras épocas pero que en la actualidad por su falta de higiene, no merece provisionalmente tal calificativo. Los restos de avituallamiento, esparcidos por doquier, sólo desaparecerán del lugar cuando todos nos concienciemos del valor medio ambiental que la naturaleza nos depara en esta paradisíaca zona de nuestra querida isla.

Girando a esta altura hacia la derecha y a continuación hacia el Norte, contemplamos en lontananza y en el fondo del terreno las presas de las Niñas y de Chira. Muy cerca del lugar, se desliza cuesta abajo el camino de la Plata, de singular belleza, construido sobre la roca. Otras tomas realizadas por Sergio, profesional de la fotografía y curtido nadador playero, dejarán para la posteridad las bellas y serenas imágenes del grupo montañero en el marco incomparable de este alto y rocoso municipio.

Reemprendimos el regreso a través del pinar y quedamos admirados de la contemplación de la ventana del Roque Nublo, formación geológica que la naturaleza y el paso de los siglos han esculpido en la roca. Es de nuevo el majestuoso Roque el que a través de su ventana se otea en el horizonte y es el que ahora se empeña en acompañarnos en la excursión, pero asomándose por la izquierda en la dirección en la que van nuestros pasos.

Traspasados los enhiestos y arrogantes pinos de la Cumbre, no sin algunas dificultades en la marcha por las asperezas del suelo, topamos de nuevo bajando por sus laderas con el Refugio Díaz Bertrana, donde una algarabía de voces jóvenes que degustaban unos platos rebosantes de pasta, señalaban casi el final de nuestra excursión.

Otra vez la pista de tierra y unos pinos abatidos por la tala y apilados en el camino, marcaban los contornos de la zona de recreo y esparcimiento de los Llanos de la Pez, en el que un gran número de familias preparaban al fuego sus viandas. Esto nos animó, algo cansados del camino, a visitar el Restaurante de Ezequiel para reponer energías.

Gracias otra vez a nuestro Jefe, D. Vicente que, como siempre en el silencio de su estudio, estoy seguro que nos preparará la nueva caminata que ha de sorprender a todos por la precisión de datos de los lugares que pretende darnos a conocer y que sabe muy bien ilustrar con gráficos y amena narración. Hasta pronto.

Juan Manuel Bautista

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