Ahí más allá, no hace mucho tiempo de esto, me fui a la playa de Guayedra, que está después de Agaete según se sigue por la carretera que va para la Aldea de San Nicolás. Tenía ganas de estar solo frente a la mar oceana, y estas playas semisilvestres tienen un particular encanto pues, entre semana, suelen estar solitarias ofreciéndote además ese escandaloso y peculiar silencio que solo la Naturaleza viva te puede regalar; el graznido de una gaviota solitaria, el sonido que producen las olas al romperse en la orilla o cuando retroceden a recargar más agua, revolviendo y llevándose de paso los pequeños callaos…por cierto, ese rumoroso sonido me hace recordar al que produce el viento cuando se cuela entre las agujas de los pinos en nuestras montañas…bueno, el caso es que bajé a la playa al golpito, me tendí en la arena y entre el calorcito del día, que estaba bueno, el murmullo de las olas y dos buchitos de vino me quedé flotando sin entrar en el agua. Los riscos, imponentes riscos, que bordean la zona me hicieron cavilar sobre como serían los caminos y comunicaciones entre la Aldea y Agaete antes de que se construyera la carretera. Al hilo de estas reflexiones me vino a la memoria un personaje que, podríamos decir, fue producto de la época. Se le conocía como El Correista. Yo tenía unos apuntes sobre esta interesante y entrañable persona así que, antes de quedarme traspuesto del todo, me propuse dar con ellos. Por la tardecita levanté el campamento, una pequeña mochila, y con la matraquilla metida en la cabeza, en cuanto regresé a casa rebusqué en mi viejo baúl y encontré las notas que me fueron facilitadas en la Aldea por personas enteradas sobre a lo que a continuación relato.
En tiempos difíciles y de penurias, suelen destacar personas que sacan a relucir cualidades, aparentemente dormidas, de entrega al servicio de los demás, realizando trabajos y oficios realmente duros. Personaje destacado de tiempos pasados fue sin duda D. Antonio Suárez Alonso en la Aldea de San Nicolás.
En las primeras décadas del siglo XX para muchos de los pueblos y caseríos del interior de nuestra isla era un problema tener comunicaciones normales con otros núcleos y con la capital. Debido a la falta de carreteras entre la aldea de San Nicolás y Agaete surgió un personaje que vino a paliar la necesidad de recibir y enviar correspondencia por esta parte del norte de la isla. Esta figura fue una especie de Pony Express con la desventaja de que eran sus propias piernas el medio de trasporte que empleaba. Se le conocía como El Correista. En 1934, en la Aldea de San Nicolás, su pueblo natal, comenzó oficialmente su trabajo, D. Antonio Suárez Alonso conocido como Cecilio El Correista. Diariamente cubría, andando, el servicio oficial de correos entre la Aldea y Agaete. No solo se limitaba a llevar correspondencia, sino que también llevaba a cabo otros servicios solicitados por vecinos en la misma ruta y a veces hasta Guía y Galdar. Cargando con su valija, salía de la Aldea sobre las 3 o las 4 de la madrugada para llegar a Agaete a primeras horas de la mañana. Después de pasar la noche, partía de nuevo para su pueblo con el correo, medicinas, periódicos y alguna otra cosa que pudiera llevar. Muchas veces y fuera de su horario, llevaba medicinas a los enfermos que moraban en lugares apartados. En una ocasión, y debido a un fuerte temporal pasó un serio percance pues tuvo que guarecerse por la zona de los Andenes del Risco, con la mala fortuna de caerle encima un desprendimiento de piedras y tierra que cubrió en parte su cuerpo, pero por suerte pudo ser ayudado por algunos vecinos de el Risco que lo rescataron herido y fue sacado de allí a lomos de mulo.
En ocasiones aprovechaba las falúas que cubrían el trayecto La Aldea-Puerto de las Nieves, pero si mediaba el mal tiempo tenía que seguir hacia Las Palmas y regresar hasta Agaete en Coche de Hora a dejar el correo. En otros casos, no podía desembarcar en La Aldea y se veía obligado a bajar en la playa de Las Arenas, teniendo que subir las fuertes pendientes de los acantilados hasta llegar al camino. Con la construcción de la carretera Agaete-La Aldea, el correísta vio aliviado su trabajo pues ya podía utilizar un trasporte mecánico.
Todavía hoy se recuerda con afecto y admiración a D. Antonio Suárez Alonso, que no solo fue muy apreciado por la extraordinaria labor social que realizaba, sino que además fue una excelente persona presto para lo que se ofreciera.
En la actualidad, el Grupo Montañero Gran Canaria está recuperando el antiguo trazado del sendero que utilizó Don Antonio Suárez Alonso.
Vicente García Rodríguez.
Febrero del 2007