“Necesito el mar porque me enseña.”. Pablo Neruda

Viernes: aviso naranja por costeros (oleaje) y aviso amarillo por viento.

A Mary Sánchez. Breve reseña bibliográfica: “nació playera y playera morirá”

“Nació Mary Sánchez el 4 de agosto de 1934 en la calle Salvador Cuyas, número 11 del barrio de El Refugio de Las Palmas de Gran Canaria, frente a donde hoy está la Casa de Galicia, y es la sexta de una familia de ocho hermanos. Su familia habitaba una casa terrera que siempre tenía las puertas y las ventanas abiertas, porque el salitre entraba por todas partes y había un olor a playa de Las Canteras que se impregnó en el carácter de la niña que prácticamente vivía en la arena. La gente de El Refugio de entonces no era ni de la isla grande ni de La Isleta, estaba a mitad de camino, y eso se notaba en la mareas del Pino, cuando el agua sobrepasaba la playa y casi separaba la montaña volcánica de La Isleta, convirtiéndola en una isla virtual. Pero los de El Refugio tiraban más para isleterós que para otra cosa, porque el puerto era su vida y alrededor de él centraban toda su actividad.

El padre de la niña que entonces era María Dolores se llamaba Santiago Sánchez, comerciante en los documentos, cambullonero en la realidad. La madre, Lolita Ramírez, era una mujer de arrastre, que tenía a sus espaldas una casa con familia numerosa y, además, trabajaba en la Tabaquera La Regional, propiedad de don José Herrera, que con el tiempo sería el padrino de boda y financiador del primer viaje de Mary Sánchez y Los Bandama a Venezuela. La infancia de Mary Sánchez la situamos por lo tanto en los años de la II República, la Guerra Civil y la posguerra, un tiempo muy duro pero que para ella fue feliz, porque sus padres se ocupaban de que no faltase a su familia lo esencial. Las casas no se cerraban, todo el mundo se conocía y el mar era el compañero permanente de los juegos de aquella generación que nació playera y playera morirá.

Lolita Ramírez cantaba muy bien, pero a Mary Sánchez no le gustaba que lo hiciera porque, como ponía tanto sentimiento en las canciones, a la niña le parecía que su madre sufría de verdad. Y en cierto modo así es, porque cuando alguien se entrega a la nostalgia portuguesa de unas folias o al dolor de unas malagueñas sufre por un instante lo que relata en su canto. De manera que, cuando Lolita Ramírez se arrancaba con todo su poderío, a Mary Sánchez se le encogía el corazón y odiaba los momentos en que su padre cogía la guitarra para acompañar a su esposa. Porque don Santiago era guitarrero, aunque muy elemental, suficiente para armar un tenderete, pero incapaz de arpegios, punteos y acordes intermedios. Los pisados de la guitarra, como así llamaba el pueblo a los acordes, iban del seis [la mayor) al nueve [mi mayor), con salida de tono en el tres (re mayor).

Extracto del libro Mary Sánchez “ Una voz de ida y vuelta” escrito por Emilio González Déniz y editado por La Fundación Puertos de Las Palmas

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