Me maravilla ver a algunos amigos y amigas que gozan de una gran salud que deben, principalmente, a su contacto con el agua del mar.

En mis frecuentes paseos por la Playa de Las Canteras me he encontrado en más de una ocasión a “juveniles muchachos y muchachas” que pasan de los setenta animados en sus tablas gimnásticas sobre la arena, en sus caminatas o en sus carreras de una lado a otro de la playa, desde La Puntilla al Auditorio Kraus, o viceversa, mientras las olas lamen, más bien diría yo acarician sus pies, y activan su circulación. Es lo que se llama Salute per Acqua, salud por el agua, palabras que últimamente se ha puesto de moda con la proliferación de lo que se denomina SPA, que aparecen en muchos hoteles, o aisladamente en otros lugares que no son establecimientos alojativos.

Curaciones casi milagrosas con agua de mar. Pero es conveniente proteger la piel de la excesiva exposición de los rayos solares. Los entusiastas de la playa gozan con sus inmersiones en el océano una vez que han realizado sus ejercicios gimnásticos, sus caminatas, sus carreras, o sus jueguecitos sobre la arena. La combinación de ejercicio, contacto con el agua de mar o la arena, el aire puro y el yodo que nos traen la brisa marina son unos componentes ideales para mantenerse en forma. Si no que se lo digan a mi amiga Ilse Dore Schweizer, una señora alemana que sobrepasa ya los noventa años, nacida en Königsberg, ( ciudad natal del filósofo Kant, y hoy de forma absurda convertida en una ciudad rusa llamada Kaliningrad), que durante el invierno renueva sus energías y deseos de vivir en las terapéticas aguas de Las Canteras.

Mi amigo y colega Cayetano Moreno es otro asiduo playero, al que también corretea en este lugar y luego saborea los chapuzones atlánticos. Y así podría citar una larga lista de conocidos que tienen el privilegio de ser unos enamorados de nuestro internacional espacio natural, entre los que se encuentra el profesor y escritor Víctor Ramírez.

Anónimo