“Necesito el mar porque me enseña.”. Pablo Neruda

El Gobierno de Canarias declara la alerta por fenómenos costeros a partir de las 22.00 h. de este jueves: la previsión meteorológica apunta a mal estado del mar con oleaje de mar combinada de cuatro a seis metros de altura.

Tindaya, la montaña sagrada

La montaña de Tindaya se encuentra situada en el municipio de La Oliva en Fuerteventura. Sobresale por encima de una inmensa llanura como si de un pan recién horneado se tratara. Superpuesta como una gran galleta de avena, pintada con todas sus voluptuosidades y hendiduras llama la atención por su color blanquecino.

No es de extrañar que los primeros habitantes de la isla de Fuerteventura la consideraran un lugar sagrado. Desde ella todo lo demás es parte de un cosmos diminuto. Por ello tampoco es de extrañar que decidieran imprimir en ella petroglifos y dejar huellas de todo tipo. Tindaya no es una montaña más de la isla, ni siquiera pasa desapercibida para los que la visitan o la sueñan para bien o para mal. Hay quienes todavía intentan hacer negocio con sus piedras de color vainilla, y hay quienes enamorados de sus formas quisieron esculpirla como es el caso del escultor Eduardo Chillida. Su proyecto aprobado por unos y rechazado por otros, pasa por vaciar la montaña para que el hombre al penetrarla sea consciente de su pequeñez o grandeza, según se mire. Sin embargo, la montaña se escapa a cualquier adjetivo porque en ella conviven las ansias por poseerla. Si recorremos sus alrededores encontramos que en una de sus faldas hay unas ruinas con unos muros de piedra seca al estilo de la antigua usanza de la tierra.

Tindaya fue un símbolo del cosmos para el antiguo pueblo majo. Hace poco leí que ya han empezado a hacer las primeras catas de la montaña para ver si va a resistir su vaciado o al menos lo que pretenden. Sin embargo, no se trata acaso de una forma preserva de pensar el arte, que éste tenga que partir de modificar la naturaleza. ¿Qué pasaría si algún artista se le ocurriera retocar el cañon de Colorado para ver mejor la luna, o hacerle un boquete al Everest para contemplar la puesta de sol. ¿Cómo reaccionaría los ciudadanos de esos países? La naturaleza es inspiración en sí misma y no necesita ningún retoque para que el ser humano se sienta sobrecogido frente a ella. Tindaya es sobrecogedora en sí misma y desde todos los ángulos. El misterio de su corazón no debería ser desvelado porque no nos pertenece a nosotros conocerlo. Desde ese respeto entiendo el arte de todos y de cada uno. El artista como pequeño dios de sus herramientas ha sacado el espíritu de la piedra para convertirla en una Piedad o una Victoria de Samotracia. ¿Pero no es acaso demasiada presunción dejar que su vacío nos hable, que el vacío de la misma piedra nos diga algo? Acaso no podemos sentir su silencio desde nuestra pequeñez simplemente cerrando los ojos.

Montse Fillol

Ayúdanos a seguir informando día a día sobre nuestra playa: dona

He visto un error 🚨

Comparte

Comenta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

error: Este contenido está protegido con derechos de autor