La transformación de la zona, y el cambio urbanístico que se va a proyectar en la segunda mitad del siglo XIX y en el siglo XX, viene como consecuencia directa del proceso desamortizador ocurrido en el siglo XIX, y sobre todo en función de las fincas que se sacaron a subasta entre 1838 y 1892. Entre ellas se puso en almoneda el lote denominado Tierras de Santa Catalina, cuyo comprador fue don Nicolás Apolinario; las mismas salieron a subasta en 1860, y eran distantes de los lugares poblados de la ciudad. Eran en su mayoría eriales, ocupados en su mayor parte por médanos que configuraban campos de dunas de aspecto desértico. Tenían escaso interés los prácticamente deshabitados litorales, como eran el del poniente con la playa del Arrecife. La finca en total tenía una superficie de 62 has. y 67 a., y lindaba al naciente con la carretera de Las Palmas al Puerto de la Luz, al norte con la Isleta, al poniente con la playa de Las Canteras y al sur con las montañas de arena. El valor que se pagó por la finca fue de 1.400 reales.
Desde su compra y durante 21 años, las citadas tierras permanecieron desposeídas de interés urbano, salvo contadas excepciones, pues la zona careció de interés efectivo como zona de poblamiento para los habitantes del Municipio. De tarde en tarde, sólo se concedía alguna licencia para construir, así el Puerto continuó siendo un paraje casi deshabitado, con un mísero y reducido caserío que vivía del carenero de la playa del Arrecife, hasta que, con motivo de la Real Orden de 25 de abril de 1881, se declaró al de la Luz, puerto de Refugio. A consecuencia de ello, el 8 de junio de 1881, el Ayuntamiento encargaba al entonces arquitecto municipal en funciones, el maestro de obras Francisco de la Torre Sarmiento, la confección de planos de población, tanto del puerto como del Arrecife.
Con motivo de esto, se producen las primeras compras de solares en la zona, y el establecimiento de un poblamiento estable, que es justo ahora, en el siglo XIX, cuando ya podemos hablar del mismo. Los primeros datos sobre la población en el istmo de la Isleta datan de 1821, procedentes de un padrón del Obispado. La población de la zona de las Canteras la componían de 23 vecinos y 3 familias, y algunas más de pescadores que se asentaban en la Canteras en época de zafra. Así los residentes censados estaban compuestos por el sargento Francisco de Las Llagas, que en aquellas fechas contaba con 51 años, y las familias de sus hijos, junto con el personal de servicio.
Dadas las características del lugar, la población creció poco a lo largo del siglo, y en realidad hasta la apertura de la carretera del Puerto, y de la venta de solares en los alrededores de la playa, es cuando ya se puede hablar de una población estable, al margen de los residentes en la ciudad que comienzan a utilizar la zona para su veraneo. De hecho, lo que al principio fue un caserío había aumentado en pocos años de forma extraordinaria; lo que al inicio se estimó como utópico e irrealizable, la aclimatación de plantas y árboles en aquellas latitudes, se había convertido en tangible y espléndida realidad; ya había casas con jardines y paseos y la vista recreaba su ejercicio con la verde elegancia de araucarias, pinos, laureles y eucaliptos. Desde este momento se levantaban voces que solicitaban la redacción de un plano de urbanización para ajustar las nuevas construcciones a lo decidido por el Municipio. En 1897 ya se comprueba la existencia de algunas casas en la Playa de las Canteras con sus familias, hasta un total de 22 personas, 157 en el camino de la Puntilla, y más 137 que existen en tres calles en el Arrecife, denominadas en el censo como Arrecife, 1, 2 y 3, que contaban con 89, 13 y 35 personas respectivamente, sin contar las que estaban ubicadas en la zona del faro, en los alrededores del Castillo de la Luz, y en el caserío del Lazareto.
LIBRO BLANCO: Las Canteras y Bahía del Confital).
Cabildo Insular de Gran Canaria
Manuel Lobo Cabrera