En el otro extremo de la Bahía, en la zona baja de Las Coloradas, nos encontramos con otro ingenio salinero, bien distinto del que acabamos de ver. En este caso se trata de unas salinas sobre barro, conocidas como Salinas del Confital.
Estas salinas fueron construidas en el siglo XIX, y su tipología responde al modelo Mediterráneo. Un sistema que se implanta en Canarias en el siglo XVI, con la instalación de una serie de explotaciones a lo largo del corredor sureste, y que sufre una serie de adaptaciones para ajustarse a la realidad del territorio insular. Hasta veinte seis unidades salineras sobre barro llegaron a coexistir en los años cuarenta, quedando en la actualidad tan sólo cuatro en activo*.
La instalación de unas salinas de estas características implica la construcción de un sistema artificial de barro apisonado, para dar estanqueidad a sus depósitos, tanto de los cocederos (precondesadores) como de los tajos (cristalizadores) y de todo el sistema de riego.
A diferencia de las salinas sobre roca, la arquitectura de estas salinas está dibujada por un paisaje cuadriculado, que pueden estar en un mismo solar o en varias terrazas, que aprovechan bordes del litoral llanos y ligeramente elevados, para protegerse de las inundaciones de la pleamar. Para prevenir este efecto se construyeron muros de protección que evitaban la invasión de las olas.
En las Salinas del Confital se aprovechó un pequeño elevamiento de la costa, para construir unas instalaciones que extraían el agua del mar a través de un molino de viento de gran envergadura, edificado en madera, y que trasvasaba el agua hasta los cocederos a través de un acueducto de unos tres metros de altura y ochenta metros de largo. En la base del molino y en el mismo punto de captación, se abrió un pozo de unos tres metros de profundidad, para favorecer la extracción y obtener un agua más limpia.
De los cocederos a los tajos el agua circulaba a través de un sistema de riego, con acequias y caños con bordes de piedra y fondo de barro. La productividad de estos ingenios era bastante superior a las salinas sobre roca. Las Salinas del Confital llegaron a producir una media aproximada de 120 toneladas al año de sal.
El destino comercial de la sal que producían estas salinas durante este siglo estaba orientado a demanda local. El salinero repartía con un carro tirado por mulos o caballos, y con una camioneta después, la sal por los rincones de la ciudad, tanto a particulares, como a intermediarios, que luego la vendían en pequeñas tiendas. Muchos clientes de distintos pueblos de la Isla, llegaban hasta la propia salina a comprar la sal. Además de la superficie productiva estas salinas contaban con un pequeño almacén, para resguardo de la sal, y una vivienda para del salinero. La casa era una construcción especial, completamente edificada en madera y con dos plantas. En la parte baja residía la familia del salinero y la alta se utilizaba como almacén y granero.
A principio de siglo éstas salinas pertenecían a las familia de los Herreras,, que la arrendaron a los Hernández. El salinero más conocido fue Celestinito, un hombre recordado por su buen hacer y generosidad al frente de las salinas. Las Salinas del Confital estuvieron en activo hasta 1956. Con la recuperación de la propiedad por parte de los Bravo de Laguna se desalojó al salinero y se abandonaron las salinas. En un contexto más general las salinas deben su declive a la extensión de la industria del frío, que rebaja sustancialmente la demanda y hace insostenible la actividad. Además de la cultura material las salinas, el oficio de salinero guarda un enorme potencial desde la óptica del patrimonio oral. La profesionalización del oficio generó un conjunto de saberes asociados al cultivo de la sal y al entorno intermareal en el que desenvuelve. El traspaso de estos conocimientos de padres a hijos se vio abortado por el abandono de la práctica. Hoy se conserva de forma testimonial en la memoria de quienes ejercieron la actividad y la mantienen en otras partes de la Isla.
A estos hechos las salinas añaden valores de ecología cultural muy significativos. Su localización en la línea intermareal, con encharcamientos permanentes y distintos grados de salinidad, se han traducido en la implantación de un ecosistema único. En ellas tienen su hábitat o su estación dé paso, un gran número de aves que encuentran en los tajos y cocederos un particular «nicho ecológico».
En el interior de los depósitos se desarrollan una serie de organismos especialmente adaptados a estos ambientes hipersalinos. El ejemplo más característico es el de la Dunaniella Salina, un alga unicelular que aguanta altos índices de salinidad, a los que responde escretando caroteno. Así algunos tajos presentan un tono rojizo muy característico, y que los salineros conocen como tajo pintón**.
De tas Salinas de! Confital sólo se conserva partes de diferentes muros, como la pared del acueducto y algunos restos de conducciones de riego. Sin embargo, la frescura de la memoria de las personas que trabajaron en ellas y la imagen de algunas fotografías antiguas, nos han permitido conocer uno de los bienes etnográficos más importantes que ha tenido esta ciudad. La recuperación parcial o total de este patrimonio es todavía viable, ya que con la ayuda de las personas que las trabajaron y la conservación del espacio de trabajo se pueden acometer obras de restauración y puesta en uso, que darían a la zona del Confital un atractivo patrimonial muy significativo.
*En la actualidad se mantienen en producción en Gran Canaria cuatro salinas sobre barro. En Santa Luda en la Punta del Tenefé. a unos 800 m. al sur de Pozo Izquierdo, En Agüimes, las de Montaña Cercada y Bocabarranco a 600 m. al norte de Playa de Vargas, y en Arinaga. en la costa del Polígono Industrial. Cada una de ellas presenta un estado diferente, siendo las de Arinaga las que presentan una situación más precaria.
**El agua de los rayos pintones se receta en la medicina popular como remedio antiséptico para infecciones de Ojos o boca. Esta alga se cultiva en la industria farmacológica europea y norteamericana para obtener vitamina A.
LIBRO BLANCO: Las Canteras y Bahía del Confital).
Cabildo Insular de Gran Canaria
José González Navarro
Milagrosa García Navarro
Raquel Vega Ruiz