Se espera un domingo de playa, sobre todo por la tarde. Algo calimoso

Largos años de decadencia(II) por Alfredo Herrera Piqué

En el verano de 1934 fue fundado el Sindicato del Turismo. Miembro de la junta directiva fue Néstor Martín Fernández de la Torre, quien tres años después escribió un manifiesto en el que sintetizaba buena parte de las ideas entonces sostenidas en relación con el turismo y ponía el acento en el protagonismo de los valores de la tierra y el hombre canario.

Pero las esperanzas alentadas por aquellos hombres y los esfuerzos del Patronato o el Sindicato del Turismo hubieron de resultar enteramente baldíos, pues en 1936 se iniciaba la guerra civil española y poco después de la conclusión de ésta estallaba la segunda guerra mundial, extendiéndose un período de largos años en los que hablar de desarrollo turístico sólo podía ser frívolo.

Entre las ideas expuestas por Néstor como base para el desarrollo de la industria turística figuraban la revalorización del país y acentuación de nuestra personalidad; cuidado de costumbres y aspectos típicos (artesanía, trajes canarios, vinos, etc.); presentación estética de ciudades y pueblos, arbolado; cuidado en no estropear la playa de Maspalomas, evitando lo ocurrido con las Canteras; albergue en la Cruz de Tejeda; Pueblo Canario con exposición permanente de productos isleños; reconstrucción del Hotel Santa Catalina en estilo canario; establecimiento de un Casino o gran salón de fiestas y restauración del Castillo de la Luz para ser convertido en museo. Néstor había regresado a Gran Canaria, trasladando aquí su estudio de París, con el propósito de dedicarse a su tierra y, verdaderamente, cumplió una eficaz misión, que pudo ser más amplia si las circunstancias –la guerra- y después su muerte, no la hubieran truncado.

Pocos años después se edificó el Pueblo Canario, cuyo proyecto fue plasmado por su hermano, el arquitecto Miguel Martín Fernández de la Torre. También se había hecho el Parador de Tejeda y pasados varios años de la postguerra mundial, el Ayuntamiento, con el auxilio del Mando Económico, emprendió la reconstrucción del Hotel Santa Catalina, que realizó igualmente Miguel Martín en el estilo canario que preconizara Néstor.

Sucediendo al Sindicato del Turismo, en 1940 se constituyó el Centro de Iniciativas y Turismo de Las Palmas. Pasarían casi veinte años antes de que comenzara la actual etapa del turismo en Gran Canaria. A fines de los años cuarenta y principios del cincuenta, sólo se podía observar aquel turismo de paso de los grandes trasatlánticos (el “Andes”, el “Iowa”, los “Castle”), que realizaba breves excursiones a la Caldera de Bandama, tomaba un refrigerio en el “Bar Bentayga” y aprovechaba para comprar un calado canario. Era la época del “choni” inglés que diez años más tarde fue sustituido por el escandinavo.

Es a partir de 1957-58 cuando se inicia la etapa del turismo organizado a Gran Canaria, promovida por las agencias y los “charters” nórdicos. El desarrollo turístico llegó, al fin, organizado desde fuera de la isla, pero sustentándose en el clima, las playas, el paisaje de nuestra tierra. Comenzó entonces el boom turístico, que transformó en gran manera a Las Palmas y a buena parte de Gran Canaria. En las Canteras se levantó el Hotel Gran Canaria, al que seguirán el Reina Isabel y otros muchos; se organizó en Las Palmas el Congreso Mundial de Skal Clubs; comenzaron los proyectos de explotación de la zona de Maspalomas, etc. Pero todo esto es bien conocido y pertenece a la presente etapa del turismo y de la vida de la isla.

Si en aquella primera fase del turismo invernal británico el Puerto y las entonces modernas comunicaciones marítimas jugaron un papel inapreciable, en esta segunda –la del turismo organizado y de masas- lo han desempeñado el Aeropuerto y los modernos y veloces reactores.

A nivel local, la iniciativa económica respondió con creces a la llamada de los promotores nórdicos. La inversión se orientó casi enteramente al nuevo sector. Por lo que a Las Palmas se refiere, fue, como es natural, en la playa de las Canteras y proximidades en donde se centró la inversión hotelera, desarrollando un cinturón turístico en su litoral y confirmando modernamente la importancia urbana del núcleo del Puerto de la Luz.

(Alfredo Herrera Piqué. Extracto del cap. VII “Introducción de la Tecnología Moderna en Las Palmas. La Presencia Mercantil Europea”, del libro LAS PALMAS DE GRAN CANARIA, Segunda Parte. Editorial Rueda, 1984, pp. 322-323)

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