El poblado aborigen de El Confital por Carlos Platero Fernández.

Ahora que parece haber reverdecido el interés municipal y popular por el entrañable rincón ciudadano adyacente a la playa de Las Canteras conocido de siempre por El Confital, puede resultar adecuado el dar alguna noticia arqueológica del sitio.

Poco más o menos a mediados del pasado siglo XX y según dejó informado el, un tanto injustamente olvidado en la actualidad, investigador grancanario Sebastián Jiménez Sánchez en unas Memorias del Plan Nacional de 1944 de Excavaciones Arqueológicas en Gran Canaria, por entonces ya se había reconocido el interesante yacimiento de El Confital y el conjunto de cuevas de El Canario en La Isleta; diciendo al respecto que fue en el verano de 1943 cuando se descubrieron por el investigador Bernardo Sáez Martín los concheros y cuevas localizados en la zona entonces desierta de la playa de El Confital adyacente a la de Las Canteras. Exploraciones que habrían de continuar en los primeros días del mes de agosto del siguiente año, ya bajo su dirección con las obras de excavaciones en la Montaña adyacente, en la Isleta.

Y el entonces Comisario General Provincial de Excavaciones describió de esta guisa los trabajos efectuados: “En la Montaña de El Confital exploramos, a unos 50 metros de altura, un conjunto de varios interesantes grupos de cuevas excavadas en la toba volcánica, dando frente a la conocida Playa de Las Canteras y a la Bahía del Confital. Todos miran al poniente. Su acceso desde la propia Playa de El Confital es bastante difícil, no ya por lo escarpado y tajado de la montaña, sino muy especialmente por la descomposición de la toba volcánica. Esta Montaña de El Confital se halla situada sobre un terreno de estructura terciaria que forma precisamente la playa del mismo nombre, en el que se encuentra abundante material de concreciones calcáreas y numerosísimos fósiles marinos: algas calcáreas, patea, ciprea, conus, patella rodada, opérculus, serpula, púrpura viverratoides, pectúnculus, cardium, pectén, strombus, murex, venus, etc.”

Añadiendo que, posiblemente, la verdadera entrada de estos conjuntos de cuevas fue por la parte alta de la indicada montaña venciendo así las dificultades que en todo momento ofrecían los escarpes del poniente. Y que el emplazamiento de tales cuevas habla venido constituyendo una auténtica atalaya desde la que se podía dominar un dilatado horizonte, tanto en mar como en tierra.

A la derecha del primer grupo de ellas y como a unos 25 metros de distancia se localizó un gran silo de 1′ 65 metros de ancho por 2 metros de profundidad. Y otro descubierto ya dentro del grupo cavernícola que midió 2’30 metros de ancho por 1’80 metros de profundidad y que su forma era como cilíndrica, con un ventanal, el cual mostraba una ranura como de haber tenido una posible puerta de forma elíptica, de un metro de alto por 65 centímetros de ancho. Y continuaba la detallada descripción:

“La cueva principal ofrece en la parte media de su boca 5’65 metros de ancho, 5 metros en la arcada superior y 3 ’95 metros en el dintel, por 6’40 metros de alto. Dentro de esta cueva se encontraron otras mucho más reducidas, algunas de ellas de 2′ 70 metros de alto y con puertas de 1′ 90 metros de ancho por 2’30 metros de alto. A la derecha del interior de dicha cueva había una pequeña cavidad de forma rectangular con hueco de puerta que media un metro de alto por 70 centímetros de ancho. Cavidad situada a ras del suelo y cerca de la entrada que fue considerada como una cuna. A la izquierda y hacia el fondo existía una pequeña alacena. La cueva presentaba en su piso hasta ocho hoyos y en las paredes múltiples agujeros para uso doméstico. Desde su pórtico se avista actualmente un panorama espléndido y sorprendente: Puerto de La Luz, caserío del Rincón, pago de Tafira, Monte Lentiscal y Cumbres, lo que prueba que tan holgada cueva fue utilizada por un destacado elemento social de la zona. Se la conoce po Cueva del Canario.

Asimismo, próximos a ella se hallaron dos silos de regulares dimensiones y varias cuevas derrumbadas por la acción del tiempo, así como, colindando otras tres cuevas de dos pisos y una con una especie de dormitorio alto, ventanal casi cuadrado y un pequeño postigo que comunicaba con otra cueva inmediata y aquella a su vez con otra por un hueco de puerta. En total se descubrieron en dicho lateral del poniente de La Isleta hasta veinte cavidades o cuevas de distintas dimensiones, de las cuales se considero fuesen silos perfectamente definidos y todo ello bajo un gran arco de toba volcánica color rojizo. Y aun se localizó en la parte más alta algún que otro grupo, con silos comunales.

En el interior de dichas oquedades trogloditas se recogieron viejos caparazones de mariscos y pequeños fragmentos cerámicos color ocre correspondientes sin duda a la cultura del conjunto. El piso de algunas de dichas cuevas presentaba los tradicionales hoyos característicos. También se puso al descubierto un extraño pozuelo cilíndrico de un metro de diámetro, labrado en la propia toba, el cual presentaba cuatro canalones de 55 centímetros de alto por 15 centímetros de ancho, con una profundidad de unos 80 centímetros.

Y se remataba el informe añadiendo que dichas cuevas-viviendas y silos o graneros de acantilados de El Confital, en unión de los enterramientos tumulares descubiertos en el pasado siglo XIX, y en la época de la exploración ya desgraciadamente inexistentes, eran sin duda los más claros y elocuentes vestigios del antiguo poblado aborigen canario de la Isleta.

Carlos Platero Fernández

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