(foto-Luna sobre la Playa de Las Canteras)
IGNACIA DE LARA (Las Palmas de Gran Canaria. 1880-1940).
Nació poeta, soñadora y triste. Amó a Dios sobre todas las cosas. Vivió escribiendo. Escribió, viviendo, versos, cuentos, artículos… Repartió a manos llenas amor y alegría para los demás. Se reservó el dolor para sí misma. Con su propia vida repitió incansablemente el Mensaje que dos mil años atrás nos legara Jesucristo: “Amaos los unos a los otros como Yo os he amado”.
El Tiempo no podrá borrar su memoria.
I
Me resulta misteriosamente curiosos observar cómo una persona que en su vida y en su obra pareció siempre anticiparse (al dolor, al desencanto, incluso a su propia muerte), pudiera estar también íntimamente convencida de que la esperaba, pronto, un destino de olvido. Como si al dejar escrito su admirable Soneto Póstumo, hubiera hecho desaparecer la llave de su futuro, en el conocimiento de las generaciones que seguirían sucediéndose en su mismo ambiente isleño. Tal vez lo presentía, temerosa al propio tiempo de su certidumbre, lo mismo que presintió tantas y tantas cosas… Las agudísimas antenas de su hipersensibilidad pudieron convertirla en agorera de su futuro. Esta pobre mujer desconocida es un verso suyo (p. 11).
(…)
IV
La luna y el mar
…que el mar le da a mi mar su semejanza…
Continúa Jordé con sus recuerdos:
Gustábale a Ignacia de Lara el espectáculo del océano en horas vespertinas, y al muelle acudía a contemplar la superficie marítima, el cielo con fugitivas nubes que el ocaso enrojecía, los horizontes que determinaban su melancólico aislamiento y barcos que entraban y salían del puerto. Seguramente en esas tardes seguiría soñando para aliviar la carga de sus cuitas, y en las composiciones que su musa le dictaba refléjanse sus penas y palpita la emoción honda que sentía.
El mar… Cuántas veces repitió aquella estrofa de Tomás Morales: “El mar es como un viejo camarada de infancia, al cual estoy unido con un salvaje amor…” Lo amó, lo admiró y lo hizo tan suyo, que en casi todos sus versos hay algo sabor salino –también es así el de las lágrimas- y de la cristalina imagen del mar. Compara con él el alma de un poeta: “el mar sin orillas de tu inmensidad interior”. Demuestra así su apego al océano: “De las orillas de este mar nadie podrá borrarme. Aunque salpiquen todas las espumas”. Comenta así unos versos manuscritos: “Estoy queriendo poner una ola marginal y no puedo. Toda la fantasía se me ha hecho un rizo de espumas. Siento la melancolía que ante una playa remota tiene un pañuelo que flota para decirnos adiós. ¿Quién se va? ¿Qué se va?” Desborda su emoción de lectora con otros versos espontáneos:
Yo no sé qué rumor tiene esta orilla.
El alma que perciba la cantiga serena
anclará las amarras y plegará las velas,
y quebrará la quilla por varar en la prieta
blandura de la arena…
Siempre la imagen marina, el infinito horizonte, la clara ola acuarelando sus emociones, diluyendo mansamente, a veces, sus dolores en el azul; resistiendo bravamente, otras, los embates irreversibles a los que tan acostumbrada estaba, estuvo siempre.
Con el contrapunto pálido de la luna. “¡Luna! ¡Noche de la luna! ¡¡¡Mis noches!!! Tengo celos de los que han de verte cuando yo ya no tenga luz en la mirada”.
“¡Si todas las cosas tuvieran color de luna!”, parece suspirar en una nota marginal a una lectura, “tratando de esconder –dice- la acotación admirativa como los piratas escondían sus tesoros en el corazón de los océanos”.
Frente al mar es el título de un largo poema, del que entresaco algunos versos:
Me he quedado de espaldas a la Vida
y medio en vela estoy, medio dormida…
Tiene tanto tu ser, tanto, de abismo
¡que he soñado si el mar serás tú mismo!
Darte quisiera un beso largo, largo,
pero besas tan frío, tan amargo,
que de mi afán reprimes el exceso…
como muere el amor, así tu beso.
… que el mar le da a mi mar su semejanza…
Y con tu ser mi esencia confundida
seré más que el dolor, más que la muerte,
quiero enterrar mi muerte entre tu vida…
(pp.47-48)
María Dolores de la Fe. Fragmentos de su libro Ignacia de Lara (Esbozo de una personalidad desde la lejanía). El Museo Canario. Las Palmas de Gran Canaria. 1980.
Ayúdanos a seguir informando día a día sobre nuestra playa: dona