Foto portada: Michelle Havlik se sumerge en el Mar Rojo con un altavoz acuático durante una expedición de investigación. / Michelle Havlik
Los paisajes sonoros de los océanos se están convirtiendo cada vez más en una cacofonía estridente debido al ruido generado por la actividad humana. Un estudio propone usar nuevas tecnologías de monitorización e impulsar políticas que mitiguen su impacto en los ecosistemas.
Los océanos de todo el mundo son ecosistemas en peligro por la contaminación, pero no solo por la que se ve, sino también por la que se escucha. Un artículo de revisión que publica Science, liderado por el español Carlos Duarte, científico de la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá, y en el que participa también el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, ha recogido cómo afecta el ruido antropogénico al estrés de los hábitats marinos.
Desde el canto de los cetáceos, hasta la rotura del hielo marino ártico, el coro natural de los océanos del mundo se compone por un amplio conjunto de sonidos geológicos y biológicos. Sin embargo, las actividades humanas en alta mar, como la pesca, el transporte marítimo y las infraestructuras, se han sumado cada vez más a esta mezcla, haciendo que los océanos modernos sean mucho más ruidosos que nunca.
“La fuente de contaminación acústica más generalizada es el ruido de buques, porque ocurre en todos lados y en todo momento. Las más peligrosas son las formas que generan ruidos más intensos, como las explosiones submarinas de bombas –una cada día aún de la II Guerra Mundial en la zona marina de Bélgica y Holanda–, o dinamita para pescar, –como ocurre en el SE Asiático–. También los sonares militares de alta intensidad e impactos de aire comprimido en prospecciones sísmicas”, dice a SINC Duarte.
Los océanos se han hecho mucho más ruidosos desde la Revolución Industrial. Las evidencias disponibles muestran que la antropofonía afecta a los animales marinos en múltiples niveles, como su comportamiento y fisiología y, en casos extremos, su supervivencia.
Para la medición de este tipo de contaminación sonora se usan hidrófonos submarinos. Estos se encuentran en paquetes de instrumentación que se recuperan tras un tiempo o a través de observatorios submarinos fijos conectados a tierra por cables que transmiten los datos y suministran energía.
“Los animales marinos son sensibles al sonido, que utilizan como una señal sensorial prominente que guía todos los aspectos de su comportamiento y ecología. Debido a que el sonido viaja lejos y rápidamente bajo el agua, el paisaje sonoro cobra especial relevancia”, indica Víctor Eguíluz, investigador del CSIC en el Instituto de Física Interdisciplinar y Sistemas Complejos, centro del CSIC y la Universidad de las Islas Baleares.
En total, la investigación realizó una recopilación de 12.000 artículos científicos que corresponden a más de 40 años de investigación publicada, con lo que se ha generado la primera síntesis de evidencia disponible hasta la fecha.
“Este esfuerzo sin precedentes ha demostrado la abrumadora evidencia de la prevalencia de los impactos del ruido provocado por el hombre en los animales marinos, hasta el punto de que no se puede ignorar la urgencia de tomar medidas”, asegura Michelle Havlik, investigadora de la Universidad de Ciencia y Tecnología Rey Abdalá y coautora del estudio.