En aquellos años 80 y 90 la Cicer era distinta, un terraplén de tierra ( y escombros ) era la frontera entre las casas de primera línea y la arena negra. Unos senderos entre algunas correntías de aguas sucias te llevaban hasta la playa.
En aquellos tiempos la Cicer tenía dos iconos, la siempre presente fabrica de la CICER y los bocadillos del primer Ñoño.
Los coches y las pandillas arriba, los surferos abajo, esperando las olas, siempre rodeados de unas «agradables» jumaceras.
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