El olor que impregnaba toda la playa de la Cicer, entre Punta Brava y Los Muellitos, hoy jueves por la mañana, antes que la pleamar purificara la arena y la orilla, era de vergüenza. Olía a aguas fecales.
A las históricas riadas del Barranco de la Ballena, hoy no fue agua de lluvia pura y cristalina como nos suelen decir desde el consistorio, hay que sumarles las aguas sucias que emanan cada vez con más frecuencia del depósito de tormentas de Punta Brava, el cual se abre a la playa cuando la red de alcantarillado no puede con el caudal.
Ambos puntos son los dos males sin cura de una playa que está sufriendo el crecimiento insostenible de la ciudad, que ve como la red de fluviales más la de alcantarillado no da para más.
Este crecimiento desorbitado de Las Palmas de Gran Canaria ha hecho incurable la enfermedad de la playa de la Cicer, cada vez que llueva moderadamente tendremos que resignarnos viendo como aguas no limpias invaden la arena entre Punta Brava y Los Muellitos. Cuando esto ocurra solo debemos esperar que el mar y sus olas purifiquen esas aguas y curen el mal.
Foto portada. Una turista intenta pasar por el canal que forma las riadas del barranco.[mp_block_12 section_title=”Más post destacados” columns_number=”2″ post_tag_slug=”Titular, Portada, Titulares” post_sort=”rand” post_limit=”6″]
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