Un cangrejo tenía un hijo que andaba de costado, con las piernas torcidas.
Su padre, que lo amaba más que a nada en este mundo, hacía lo imposible porque su hijo corrigiese ese defecto, diciéndole:
—¡No roces tu cuerpo contra las rocas! ¿No sería mejor que echaras el cuerpo hacia delante?
—Padre mío —respondió el hijo—, yo no hago sino lo que veo. Si tu andas de la misma manera ¿cómo quieres que yo me corrija?
Y, sin más miramientos, le continuó objetando:
—Tú debiste corregirte primero, para yo seguir tu ejemplo. Si quieres que camine derecho, hazlo tú antes, para que pueda mirarte e imitarte luego.
Moraleja. No vale criticar ó fijarnos en los defectos de otras personas, cuando nosotros no vemos y corregimos nuestros propios defectos.
Esopo[mp_block_12 post_tag_slug=»Relato» post_sort=»rand» post_limit=»3″]