Tumbao en la arena el otro día con Tino, hablando de todo un poco, se me vino a la cabeza un personaje del que apenas hemos hablado en nuestra serie. Goza de gran popularidad entre los humanos debido a la excepcional calidad de su carne, que lo han convertido en auténtico manjar para los amantes del pescado (¡ese gallo al limón quita el sentío!). Pero aparte de su indudable valor culinario, el gallo es un pez realmente hermoso y los canteranos tenemos la suerte de poder observar de cerca a dos de sus ilustres representantes.
El gallito es más pequeño, de color amarillo verdoso y tiene una primera aleta dorsal, auténtico sello del animal, que infunde respeto a cualquiera que ose acercarse.
Suele verse a medio camino entre la orilla y la barra grande, mordisqueando los fondos arenosos en los que abunda el alga cymopolia. Es bastante huidizo y cuesta acercarse a él sin que salga disparado, pero si somos pacientes y lentos en nuestras acciones, nos permitirá observarlo de cerca.
Desgraciadamente menos frecuente, el gallo moruno (o «cochino») es una criatura majestuosa. De color azul grisáceo y algo más grande que su primo-hermano, suele verse sobre todo en los meses de verano (su época de apareamiento), más bien al principio del mismo y por la zona de peña la vieja. Créanme cuando les digo que ver nadar a este animal, bien en solitario o acompañado de algunos colegas, es un auténtico placer que debería experimentar cualquier amante de los fondos marinos. Como curiosidad les diré que alguno se dejó caer el verano pasado por el peñón, donde me quedé atónito al verlo compartir baguettes tranquilamente con las eléctricas salemas.
Es más confiado que el gallito. ¡Y cuidado!, este elemento cuando coge confianza la coge de verdad y puede ser peligroso, pues anda muy bien armado de dentadura y no duda en lanzarse a los dedos de los buceadores. Si se topan con alguno y lo notan demasiado cariñoso, mejor dense la vuelta y déjenlo en paz o pueden llevarse una desagradable sorpresa.
¡Salados saludos, canteranos!
Manuel Marichal