“Cuando dos caminos se separan… toma aquel que se dirija a la playa”. Hannah McKinnon

Ambiente agradable

La maravillosa vida que esconden los fondos de la Playa de Las Canteras “ Navidad desde el fondo de Las Canteras”

Seamos sinceros. La mayoría de nosotros, creyentes o no, recibe la Navidad con una sonrisa en la boca. Es inevitable recordar aquella jiribilla de tiempos escolares que se te metía en el cuerpo por estas fechas. Quién la pillara.

Hoy, ya más granditos, revivimos aquellos tiempos ojeando vivamente el calendario en busca de días festivos. Se trata, en realidad, de escapar de la rutina laboral tomando la Navidad como excusa.

Les propongo una entretenida actividad para estas fiestas; una forma sana y original de volver a ser niños por un rato. Cojan un chaque, unas gafas y un tubo y síganme mientras me adentro en uno de los paraísos ocultos de nuestra ciudad; un rincón cercano pero también desconocido. Síganme a Las Canteras.

Entraremos por el charcón, esa idílica piscina que aparece de forma natural cuando la marea retrocede. Observen con atención la superficie de los lisos, hay minúsculos y simpáticos cangrejos que nos dan la bienvenida. Pero metan la cabeza bajo el agua sin perder detalle mientras nadan, es época de chuchos y mantelinas y no volveremos a verlos por Peña La Vieja hasta el año que viene. Con suerte nos cruzaremos con uno de ellos, o quizá con alguna morena despistada por el ruido de nuestras aletas.

¡Ya llegamos a la barra! Detengámonos un momento aquí y contemplemos el mágico color verde de las algas, bañándose con luz solar mientras se mecen con la marea. Miren allí, entre aquellas rocas: es la carmelita, uno de los animales más emblemáticos de la barra. No muevan mucho las aletas o saldrá pitando.

De vuelta a tierra nadaremos hacia el peñón sobrevolando un extenso fondo arenoso. Bajo esos montículos antaño hubo sebadales que hoy yacen enterrados en el olvido. Pero este es el terreno que prefieren los que saben esconderse, como aquella araña de allí. ¿La ven? Espera con paciencia bajo la arena el paso de una presa despistada.

Y así llegamos a la orilla. Ese tumulto de color amarillo que brilla a lo lejos es un banco de salemas, nadando como locas mientras esperan su ración diaria de pan. Ahora formarán un gran círculo a nuestro alrededor y pondrán fin a esta original excursión navideña.

Bueno, pues ya toca regresar de nuevo a la aburrida realidad para zambullirnos de lleno en la rutina. Pero recuerden, la próxima vez que sientan la necesidad de recordar que una vez fueron niños, no piensen sólo en vacaciones y largos viajes. A veces la solución a nuestras inquietudes está más cerca de lo que pensamos.

¡Feliz Navidad a todos!

Manuel Marichal.

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