Siempre, repito siempre, para el canterano y el grancacanario en general, y por que no, para aquellos, que de tierras lejanas nos visitan, la playa de Las Canteras fue y debe seguir siendo aquella bahía que la naturaleza creó.
Desde aquel primer día, que por algún motivo la persona percibió, a través de la vista el impacto tan maravilloso: La luz, el agua, las rocas con sus pasados históricos cada una de ellas, la fauna marina autóctona y esa fenomenal barra natural, que por esos caprichos de la naturaleza, la dejo ahí para defender la playa de las embestidas de un mar embravecido en esos días señalados del año.
Todo cambio que se quiera imponer o se este generando, a esta belleza natural, traerá consigo perdidas a los recursos naturales, tanto a nivel de su fauna marina como en la estética de su forma.
Hace unos pocos más de cincuenta años, no se apreciaba la acumulación de la arena en la playa. Algo ha debido ser modificado en el istmo para que así suceda. Es un efecto que se empezó a notar a partir de los inicios de la década de los ochentas. Hubo una extracción pero ahora hay tanta acumulación que debe ser una pesadilla para los responsables pensar en el momento de iniciar. Y cada día que pasa mayor se hace la indecisión.
No es cuestión de un estudio que ya lleva dos años en discusión, espero que se ha empezado hacer, y no solo este el epígrafe en un papel. Es cuestión de eliminar esa arena y seguir paralelamente con ese estudio. Si no llegaremos tarde, porque si la solución será retirar la arena. Menudo hazme reír.
La arena es un elemento inquieto- válgame la expresión- es algo que esta a merced del viento o de las corrientes marinas, son dos causas que generan el efecto, en este caso negativo.
En mi opinión Las Canteras de siempre, siempre, ha estado recibiendo arena. Estamos cerca de un continente que emite con mucha facilidad este producto y las corrientes marinas y los vientos existentes favorecen el aporte a nuestras costas grano tras grano, -como si fuese ese bicho volador, la langosta-. Y sin remedio para pararlo.
Volviendo a los primeros años de la década de los cincuenta, Las Canteras aún estaba unida con el barrio de Las Alcaravaneras por dunas de arena, por cierto bastante altas. Entonces la arena que entraba no se quedaba retenida donde lo hace ahora, no existía esa formidable barrera de edificios actuales, para frenar la libre circulación y era amontonada de forma natural en los famosos Arenales de entonces.
Recuerdo cuando niño en los alrededores de la CICER, un descampado total entre Las Canteras y los Arenales, que los días de viento de mar a tierra, veía la arena correr, como picaba en las piernas como miles de alfileres y se dirigía hacia los arenales, algo parecido sucedía por la calle Albareda. Hoy esa arena no se levante de la orilla, no existe la corriente de aire necesaria ni el pasillo por donde corría, lo que presenta una causa del efecto.
No quedará más remedio que fijar épocas de extracción y una partida en los presupuestos.
Juan Boza Chirino