Traemos hoy a nuestra serie al mero y al abade, dos primos hermanos. Pertenecen a la familia de los serránidos, peces amantes del fondo rocoso, hermafroditas (a veces sexualmente secuenciales), y más bien solitarios. Son parientes también de la fula y la cabrilla.
Lo sorprendente de estos dos es la confianza que tienen en el ser humano, increíble si tenemos en cuenta que ambos son piezas codiciadas por cualquier pescador que se precie. A pesar de ello, si nos acercamos debidamente, podremos jugar con estos personajes como con ninguna otra especie de las que pululan por la playa de Guanarteme.
Su comportamiento ante la cámara es curioso y sorprendente. Al primer contacto visual huyen instintivamente a esconderse tras la primera roca que encuentran, pero tampoco muy lejos. Pasados unos segundos sacan la cabeza y empiezan a mirarte fijamente, siempre de frente. Poco a poco pierden el miedo y se acercan cada vez más, hasta acabar posando alegremente a 10 centímetros del objetivo. Por eso es tan difícil para el fotógrafo obtener primeros planos laterales de estos personajes y tan
fácil para el pescador submarino acabar con ellos de un tiro seco entre los ojos.
Aquí les dejo una serie de fotos de nuestros amigos de hoy. Lástima la amarga cruz con la que les tocó cargar, el abade luce como pocos junto a unas papas arrugás y el mero es insustituible dentro de un caldito pescao. Aún así siguen jugando con nosotros bajo el agua. Animalitos.