Dedicado a la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria
“Los burros color de nube”, Octavio Paz
¿Qué se puede decir de la panza de burro que no se haya dicho ya? Este mar de nubes grisáceas empujadas por nuestros queridos alisios que nos protegen en la ciudad del sol como una gran sombrilla para toda la familia urbana.
Pues eso: la panza de burro es la sombrilla veraniega para toda la familia de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria: currantes y veraneantes. La panza nos une, nos hace más conciudadanos; nos da tema de conversación (“Dicen que la panza de burro va a durar por lo menos hasta final de mes”, afirma categórico un contertulio playero); sabemos que es un capricho meteorológico que linda con Telde y con Arucas; y creemos que Juan Rejón y los primeros colonizadores de la isla la tuvieron muy en cuenta para fundar aquí el Real junto al Guiniguada.
Hay dos teorías polares respecto a la panza de burro (entremedias hay matices, claro): los que la adoran porque dicen que refresca y los que la detestan porque creen que entristece el día con ese color gris. La primera teoría la suelen defender los currantes (taxistas, obreros de la construcción, repartidores) y la segunda los veraneantes (profesores, funcionarios, madres de niños pequeños)
Después de dos veranos con el cielo azul alegre (debido acaso a los tan comentados cambios climáticos o a los ciclos), ha vuelto la panza de burro por sus fueros en su cita anual. Se ha echado el burro en su larga siesta insular. A mí, de todas manera, más que la panza de un burro me sugiere la imagen de una gran paloma mensajera que se posara a descansar camino de América.
Esta panza ha entrado tan impetuosa que hasta nos ha dejado unas gotitas de agua el domingo, y dice mi hijo que eso es que el burro está bebiendo agua.
La playa de Las Canteras siempre está muy pendiente de la dichosa panza de burro. Y más en esta época estival. Nosotros, que estamos de vacaciones y tenemos niños pequeños –muy playeros, por cierto- siempre nos vamos a la playa a echar allí la tarde, haga frío o calor, como suele decirse, pues a los niños el tiempo les da exactamente igual y la prefieren a cualquier parque; y nosotros también.
Hoy mismito estuvimos en la zona de Peña, mentalizados a aguantar la panza de burro que hubiese; pero la tarde empezó a abrirse y el sol a calentar en el cielo azul dejando a la playa en su punto. Los niños en remojo todo el rato y nosotros dándonos algunos chapuzones.
L.R.
(Colaborador habitual de nuestro blog ensalytrado)
En Peña, martes 18 de julio de 2006
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