Dedicado al olvidado, maltratado y legendario Barranco de la Ballena.

Después de las últimas lluvias, me animé a hacerte una visita para ver como te había ido con el aguacero y me llevé un gran disgusto. ¡ Que pena me dio, Dios mío!. Cuando vi el color del líquido y las porquerías que traías, me puedes creer, y no te engaño, que el alma se me vino a los pies. Tú, que has sido para la Barriada de Guanarteme una señal de identidad, no solo te han olvidado sino que además te entulleron de mala manera. La huella que trazaste después de tantos años de trabajo, no fue una herida en la tierra, era un lecho limpio que se agrietaba con el calor del Verano y se adornaba con los colores de las flores silvestres en los frescos días del Invierno. Más que separar dos zonas las unías, pues era espacio de juegos para la chiquillería de una y otra banda. Siempre estuviste ligado, tu, amigo Barranco, a la historia de la Barriada. Fuiste testigo de cuando se puso la primera piedra para la construcción de la Central Eléctrica denominada, Compañía Insular Colonial Eléctrica y Riego- la Cicer para los amigos- y de cuando se arrancó última. ¿ Cuantas veces escuchaste su famoso pitido- crescendo y decrescendo-, en las horas puntuales de la mañanita, del mediodía y la tarde?. El de la tarde, dicho sea de paso, nos avisaba que era la hora del final de las clases y debíamos poner fin a la “jullona” del colegio para regresar a casa. No engañábamos a nadie pues llegábamos con los pies llenos de arena.

También seguías atento a como se hacían las sogas en tus cercanías, de incontables partidos de fútbol playero y de tenis, de las miles de veces que la oscura arena ha cubierto y descubierto los pedregales repletos de callaos, con sus negras redondeces brillando al sol. También de secretos de parejas que tu tranquilo entorno propiciaba…verdad es que estabas un poco apartado y a veces llegar hasta tus cercanías era casi una aventura. Además las negras arenas te daban un ligero aire de misterio a la vez que una indudable personalidad. En tiempos de lluvia, traías el agua del color de la tierra colorada que arrastrabas y que se alejaba de la orilla formando un gran lunar sobre el mar. El color era canelo limpíto como el agua que discurre por las laderas de la Cumbre. Ese color que podemos ver en los surcos que dejan tus primos hermanos los barrancos de La Mina, Los Cernícalos o el de Tejeda por ejemplo… por cierto, tu primo segundo el Barranco de Siberio me mandó memorias para ti…si hombre si, te tienes que acordar…es aquel brutote que cuando corre con mucha agua arrastra más de lo que lleva y arrolla todo lo que se le ponga por delante. Pues bien, me dijo que hacía un montón de tiempo que no te veía. ¿ Como rayos lo vas a ver, le dije, si lo enterraron en vida?. Pobre amigo, solo te han dejado un estrecho aliviadero que más que aliviadero es un dolor, pues el agua…¿ agua he dicho?, aquello que escurría por allí para abajo, hacia las limpias arenas de la playa, no era agua, era un liquido asqueroso y maloliente de apariencia letal y mortífera que seguro aleja de la orilla del mar, de nuestra sufrida Playa de Las Canteras a inocentes bañistas, surferos y paseantes. Si me apuras un poco hasta las aguavivas, erizos y rascacios saldrían a escape al verlo.

Aunque no debería decírtelo, para no mortificarte, tu deberías estar como tus parientes de las montañas. El agua de la lluvia discurre por ellos razonablemente limpias, hombre, alguna cosilla arrastran, pero lo que han hecho contigo no tiene nombre.! Eso no se le hace a nadie, hombre! . Eso es un crimen. He visto que en la Avenida, el paseo se ha desfondado por varios sitios. Dicen que son aguas subterráneas que han aflojado los bajos, los cimientos…si el líquido es de corrosivo como el que tu traes, no me extrañaría que se vinieran abajo dos o tres edificios, pues ese amarillo/verdoso y apestoso elemento puede disolver hasta el hormigón y el cemento armado. Esperemos que algún día tus aguas bajen como en los viejos tiempos. Tu categoría como histórico Barranco, que pasa por uno de los más emblemáticos barrios de la Ciudad se lo merece…y nosotros también.

Vicente García Rodríguez

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