“Necesito el mar porque me enseña.”. Pablo Neruda

Viernes: aviso naranja por costeros (oleaje) y aviso amarillo por viento.

Reflexiones desde el Reina Isabel. (Mirando a la playa) II.

Aguas mansas de mi playa, olas bravías del postrero verano, tu llegada, a la orilla que te besa, supone la confirmación de la vida. Te mueves al son de las fases de la luna, ora mas violenta, ora mas tranquila, pero tu llegada siempre es besada, por esta orilla que a tanta gente ha visto pasear.

Huellas que perduran eternamente hasta la llegada de la siguiente ola, huellas que se borran en un instante pero que dejan por siempre su impronta: Aquí están las de aquella pareja que, aprovechando los ocasos caminaba, de la mano, desde la Puntilla a la CICER; las de aquella otra que corría, echando pegas, entre Las Cuevas y La Peña de los Perros, entre La Playa Chica y La Peña de la Vieja, las de aquella otra que jugaba a pisar sobre huellas ajenas intentando descubrir quienes eran sus dueños, si corrían, si bailaban, si jugaban o, simplemente paseaban.. Parejas que, a ratos, se dicen confidencias, rien, y, también, a ratos, lloran. Guardas todas y cada una de ellas; cada huella que holló tu orilla, porque cada una, en su similitud es única y solo tú serás quien las desvele. Amores que, al suave arrullo de tus olas, despiertan; amores que, al bramido de tus mareas, perecen. Ahogas las voces disonantes, nadie oye una palabra mal dicha, nadie percibe una palabra mal entendida, pero tu sigues ahí, sirviendo de entorno, al amor y al desamor.

La Barra es mudo testigo de ello. El lugar donde otrora alguien grabara un corazón y unas iniciales, a golpe de clavo, dejando la expresión de los sentimientos, la confirmación de un amor. Espacio desnudo entre el musgo que la cubre que, a la postre, solo sirve para recibir nueva vida o, quizá, llegue a ser testigo de una nueva expresión de amor. “Ayer grabé un corazón con nuestras iniciales en La Barra”, alguien susurrará mientras pasean por la orilla, retando a su pareja a nadar hacia ella para comprobar la existencia de esa expresión. Expresión efímera, tanto o más que la de las propias huellas. La vergüenza que sufre, la Barra, ante tanta desnudez de amor, es inmediatamente soslayada, invitando a una nueva colonización, y donde ayer sólo existía un corazón, hoy se vislumbra, cual barba hirsuta, una leve sombra que señala, inexorablemente, la explosión de nueva vida, o, quizá, la expresión de un nuevo amor. El tiempo que se tarda en volverlo a colonizar supone el breve lapso en el que el amor perdura. Y desaparecen, el corazón, las iniciales, y, por ende, el amor.

Pero tu guardas, en tu memoria, cada paso, cada palabra, cada expresión y, cada día escribes nuevas líneas en tu infinita historia, líneas de nuevos amores, de otros desamores, de confidencias, de risas y de llantos, esperando el momento en el que un corazón solitario se siente a escuchar las historias de las que tu fuiste, eres y serás testigo. Porque a fuerza de sufrir, una y mil veces, pisada tras pisada, la forma de caminar de tus paseantes te permite conocer cual es la historia que su corazón encierra.

Tomy Valdivielso Gómez

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