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Pregón de las fiestas en honor al Santísimo Cristo Crucificado por Vicente García Rodríguez

Me han pedido que diga el pregón, de las entrañables y casi olvidadas fiestas del Santísimo Cristo. He aceptado, pues considero un honor que me hallan ocupado para este menester, pero he de confesar que con cierto temor de no estar a la altura que nuestro barrio y parroquia se merecen. Lo comenté con mi hijo el más pequeño, ( 44 años, ) y me dijo: Papá, comenta lo que tu viviste y sobre todo, se breve. Lo procuraré.

Bien. Quiero felicitar a nuestro actual párroco D. Antonio Fleitas Santana y al vecino D. Expedito Morales, que con su equipo de colaboradores, han tomado la iniciativa de retomarlas de nuevo. Algo se me quedará por mencionar, pero a la vez digo, que si refresco la memoria de los que allí estuvieron y despierto la curiosidad de los que no vivieron las fiestas, me daré por contento. Como principal objetivo de este pregón, me propuse que de alguna manera pudiésemos enlazar con los primeros pasos de nuestra parroquia, y reconocer el esfuerzo y dedicación de los primeros curas en sacarla adelante. Los recuerdos se mixturan unos con otros, y quizás no haya una rigurosa cronología en lo que he rescatado de mis recuerdos y consultas. Para poner un poco de orden, he contado con la ayuda de mi buen amigo Paco Rodríguez Medina. Quizás no sea este un pregón al uso, trataré de hacer un pregón-relato, del nacimiento de la parroquia, y de cómo se vivieron las primeras fiestas.

Vamos a ver. Mis primeras memorias se remontan a la década de los 40/50.

Recuerdo un local situado al final de la calle Kant, a la izquierda según se baja, dando para la Avenida, que conocíamos como La Gota de Leche, aunque su nombre real era Auxilio Social. El nombre de Gota de Leche creo que fue, porque lo principal que repartían era leche en polvo, de la que se quedaba pegada al paladar si la tomábamos sin diluir. Apunto aquí que aparte de la ventaja para las familias de obtener la leche de gratis, llevaban a sus hijos que eran observados por médicos pediatras, que estaban allí para control y evitar posibles enfermedades. Pienso que la labor de este Centro era algo similar a la que lleva a cabo hoy día, Cáritas Diocesanas.

En la misma calle Kant, dando esquina para Arístides Briand y Portugal, estaba el Reformatorio, local que fue utilizado más tarde como escuela de Artes y Oficios. En el Reformatorio, los niños allí internados por mataperros, pues en esa época aún no se habían inventado los gamberros, hacían la vida propia de estos centros de la época, estudiar, deportes, etc…, con disciplina, por supuesto, pero con una diferencia abismal, y no se discuten aquí las circunstancias con los centros de hoy en día. Estos niños que obviamente no eran angelitos, pues por algo estaban allí, hacían como dije antes, diferentes trabajos de manualidades y aprendizaje de mecánica y otros oficios. Las manualidades, las vendían o hacían trueques con ellas… con frecuencia se asomaban por los postigos de la parte alta de las ventanas y ofrecían su mercancía. Recuerdo que entre otras cosas hacían figuras empleando los ladrillos blancos de Eufemiano Fuentes, aquellos ladrillos que parecían enormes terrones de azúcar. Quizás, y digo esto sin ironía, algún muchacho de los allí internados haya salido escultor, pues sus trabajos eran realmente buenos. Quién sabe. Menciono este edificio con cierto detalle pues está fuertemente ligado a las primeras andaduras de la Parroquia en el barrio. Hoy día y por diferentes motivos vuelve a estar de actualidad, pues el solar donde estaba ubicado, se ha convertido en la joya de la corona para el barrio, y quizá, en el oscuro objeto del deseo para otros. Que yo tenga memoria, las primeras misas allá por la década 40/50, se celebraron en este lugar en el local que daba a la esquina achaflanada para la calle Kant y Arístides Briand. La mayoría de los fieles teníamos que oír la Santa Misa de pié desde la acera y también en la calle, pues el recinto era realmente muy reducido. Como detalle curioso cuento que en estas misas se daba un cupón o algo por el estilo a los niños para que dieran fe antes sus padres, de su asistencia, como asimismo a las catequesis. Dicho sea de paso, cada cierto número de cupones se entregaba como premio una libretilla con un lápiz y cosas así. Los chiquillos se quedaban privados y más contentos que unas pascuas. En la actualidad el premio tendría que ser un ordenador Interestelar con Extra Supermegas prestaciones. ¡Que tiempos!. Hoy día, toda la edificación del antiguo reformatorio, se ha convertido, y lo digo por segunda vez, en un hermoso solar que sería un regalo del cielo, si se pudiera utilizar como lugar de esparcimiento y recreo, para niños y personas de cierta edad. En eso estamos, pero creo que si el Santísimo Cristo no pone su santa mano, esto no hay quien lo meta a camino. Me han dicho que aunque está un poco cansado de ver tanto desbarajuste urbanístico, todavía hace milagros. Vamos a ver. Bien, con el tiempo, esa maquina imparable que lo arregla casi todo, se consiguió el solar donde actualmente está ubicada la Iglesia, la cual se comenzó en 1943 y se terminó en 1960. (1898/1970)

El párroco, Don José Ramírez Álvarez, primer cura ecónomo, fue el principal impulsor de la construcción y realización de este Templo, entre 1.943/1960. Este sacerdote tenía una hermana, Doña María Jesús, se llamaba creo recordar, que era quién dirigía las Catequesis y los cánticos de los niños cuando se celebraba la Santa Misa. Quién no recuerda, de la época claro, cuando cantaba y tenía bonita voz la señora “Vamos niños al Sagrario”…!Dios mío cuantos años han pasado!.

Siguiendo con el hilo de la edificación, la actual Iglesia se construyó en varias etapas. Durante bastante tiempo se celebró la Santa Misa en la nave de la derecha según se entra por la puerta principal. Las otras dos naves se fueron haciendo de acuerdo con los medios disponibles. Apunto aquí un curioso donativo: los dos primeros confesionarios. Los regaló don Luis Sánchez Suárez, de Transportes Guanarteme. Estos dos confesionarios fueron colocados uno a la derecha y otro a la izquierda, según se entra por la puerta principal. También hemos de añadir que D. Juan Sánchez Pérez de Haricana , entre otras cosas donó unos 15 bancos de madera. Seguro que hubieron mas donaciones de muchos empresarios, pero ruego encarecidamente que me excusen los donantes no mencionados. Costó mucho tiempo y dinero la construcción de nuestro templo. La gente del barrio contribuyó generosamente, y muchos lo hicieron, con una aportación fija mensual, que por cierto, venía un guardia municipal a cobrar a domicilio. Estas aportaciones sirvieron tanto para los gastos de edificación, como para la construcción de las Escuelas Parroquiales y del Instituto. Posteriormente y de nuevo con el esfuerzo de muchos y comandados por el incansable y genioso sacerdote Don Francisco Caballero Mújica, el cual contó con la inestimable ayuda y colaboración de Don Tomás González Alonso, se construyó el Instituto que podemos ver al lado de la Sacristía, el cual se consiguió encuadrarlo como Centro Libre Concertado. La Parroquia ponía el edificio, y el ministerio colaboraba con maestros etc… (1960/1970).

Señalamos de nuevo aquí a D. Tomás González, que junto con D. José Ramírez, formaron la pareja de choque para solucionar la gran cantidad de problemas que le surgían a la Parroquia.

En lo que se refiere a las fiestas del Cristo como las conocíamos popularmente, aunque algunas veces a alguien se le escapaba y decía las fiestas de Farray, y es de justicia decir aquí, ya que lo menciono, que este empresario contribuyó de manera muy generosa en estos eventos y construcción del Templo.

Volviendo a las fiestas propiamente dichas trataré de escarbar un poco más en mis recuerdos. Las calles se embanderillaban, los ventorrillos y puestillos de menudencias, se desparramaban por todos lados vendiendo chochos, garbanzos tostados, chuflas…las cajas de turrones estratégicamente colocadas en las esquinas. El olor a chocos y a pulpos asados, daba vuelta por todas las esquinas y se percibía desde lejos. El carricoche vendiendo ( latri) ¿Recuerdan? (de donde rayos vendrá esa palabra). Trataré de explicar brevemente como era esto del latri. Se ponía una barra de hielo, ( que se compraba en la fábrica, que estaba al lado de la Casa del Marino, al final de la calle Emilio Castelar). Y se colocaba en una especie de cajoncito. Luego con una garlopa o algo parecido a un cepillo de carpintero, se raspaba la barra y salían como copos de nieve que te ponían en la mano, y con botellas que contenían el liquido de colores llamado latri, te iban soltando unos chinguidos del color que tu quisieras… encarnado, canelo, azul, amarillo. La mano se quedaba toda manchada y se supone como se limpiaba… Los papahuevos… El vendedor de globos…las tómbolas, que con un poco de suerte te podías ganar un gallo de tiza, el colorido, el bullicio… lo que me falta por recordar, por favor, ruego que lo pongan ustedes. Por la noche, en la víspera, los fuegos artificiales. Recordamos aquí, la representación de una batalla con voladores entre un castillo y un barco. El barco si no me falla la memoria, se situaba en la azotea del edificio del actual Banco de Bilbao, frente a la Plazoleta, mirando hacia la calle Fernando Guanarteme al lado de un local almacén que se llamaba Siboney, cuyo propietario D. Sinforiano Sánchez efectuaba ventas de ultramarinos al por mayor. El castillo, se colocaba en el edificio de Don Alfredo Farray en la parte alta del frontis que daba para la plazoleta. Se enzarzaban en una impresionante batalla con voladores dirigidos, y la verdad no recuerdo quien ganaba, pero tanto uno como otro, terminaban chamuscados. Por otro lado, dentro de las ofertas de las fiestas, en un solar situado en la esquina calle Rafael Almeida- Fernando Guanarteme, se instalaba una casetilla o barraca de madera y se pasaban proyecciones de películas mudas y sonoras… Fumanchu artes marciales, Tom Mix oeste… estas eran las mudas, las sonoras, El Capitán Blood de Errol Flyn y de Tarzán etc… Los asientos eran unas tarimas de madera como las de las floristerías donde se ponen las macetas, (imaginen como quedaba la espalda del de abajo, cuando en una galopada, el muchacho perseguía al bandido). El ruido de la máquina de cine era parecido al de un molinillo de café. Comentando estas películas con amigos de la época, me dijo uno de ellos “Vicente, ¿no te acuerdas que en el mismo Reformatorio también veíamos películas mudas del Oeste, en que los muchachillos eran Kit Carson o Hopalong Cassidi?. Era verdad, ya ni me acordaba. Me vinieron a la memoria como un tiro.

Ahora por eso de los tiros, cuando había un tiroteo en estas películas, los disparos que salían de las pistolas o rifles, parecían de leche en polvo. No se oía nada salvo el sonido del proyector, pero se veían salir de las armas los chorros de humo. ¡Ah! casi se me olvida. También estaban las casetillas para tirar al blanco con escopetas de aire comprimido. Los balines se ponían en una chapa de botella puesta al revés y clavada en el mostrador. Tanto pagabas, tantos balines te ponían. Como blanco ponían unos palillos de dientes de los planos de los que son anchos por el medio, y también una especie de patos que iban caminando, con manivela supongo, pero deprisita. El calibrado de las escopetas, el dueño decía que era perfecta. Pero cuando disparábamos, el se escondía no le fuéramos a saltar un ojo.

Todas estas cosas que cuento, como es lógico, estaban movidas por el eje principal religioso.”Las fiestas en honor al Santísimo Cristo Crucificado”. También se celebraban procesiones, (faltaría más), con recorrido por varias calles, y seguida con gran recogimiento por multitud de fieles. Asimismo, se hacían ofrendas llevadas por las diferentes familias de la Parroquia en recorrido ordenado por las calles, sin carrozas, por supuesto. Estas ofrendas, eran principalmente de comestibles, y se depositaban en el frontis de la Iglesia a la derecha de la entrada principal, en una tarima preparada para ello. Posteriormente, se hacia un reparto entre los más necesitados de la Parroquia. De estas ofrendas tengo unas fotos que dan fe de ello y junto con varios vecinos, se pueden ver a mis hijos de 4 y 6 años, hoy de 44 y 46. Bendito sea Dios.

Tal como lo recuerdo, lo he contado, pero me pueden creer que así fueron las fiestas. Es posible que halla transpuesto alguna fecha y olvidado algo, pero me voy a escudar en que los recuerdos y vivencias son tan importantes o más como las fechas en que sucedieron. Las fechas son números, y los recuerdos son sentimientos.

Como es natural, el entorno material de la Iglesia ha cambiado, y las calles y solares,( si es que queda alguno), no se prestan para el mismo uso que sirvieron en su momento, pero pienso que la sencillez, buena voluntad y convivencia de las fiestas, están rondando por aquí cerca, esperando que las tomemos de nuevo…

He visto por aquí mucha gente que vivieron aquellas fiestas.. ojalá que nos veamos durante muchos años más.

Para terminar, tengo un recado para ustedes de parte del actual párroco D. Antonio Fleitas. Me dijo que les invitara a todos a dar vida y calor humano a estas entrañable fiestas en honor al Santísimo Cristo Crucificado. Gracias.

Vicente García Rodríguez ( Vicente en los años 50)

Las Palmas de Gran Canaria. Septiembre de 2005.

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