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Avance: Las Canteras, en principio, al estar al soco de los vientos del sur, no se verá afectada en exceso por la borrasca Claudia, anunciada para la noche del miércoles y el jueves. El mar, eso sí, tendrá fuerza.

Reflexiones desde el Reina Isabel. (Mirando a la playa).

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Tu rubia arena, entonces, ayer, hoy y mañana, seguirá siendo la muda testigo de los amores. Tus mansas aguas, entonces, ayer, hoy y mañana, seguirán siendo el lugar donde estos crecen, donde al albur de los juegos, las manos se entrecruzan por primera vez, donde los cuerpos se rozan con el rubor de su primer contacto y donde el primer “te quiero” resulta enmudecido por el bramido de las olas al romper.

Amores que se forjan en tu inmensidad, cuerpos mojados rozándose, dejándose llevar por la suave corriente de tus mareas, como diciendo, “no soy yo, es la corriente” y apreciando si “esa misma corriente” que a uno conduce al otro, conduce al otro también a uno.

Corrientes enfrentadas, ruptura de todo principio físico. La que a uno lo empuja hacia la barra, al otro lo empuja hacia la orilla. Enfrentando a ambos, encontrándose ambos y sucumbiendo, finalmente, al fuego de los deseos.

¿Cuántos amores no se han forjado en ti? ¿A cuántas pasiones no has dado rienda suelta? Eres la fiel “Celestina”, aquella que, con su inocencia confirma los sentimientos, los que no quieren ser dichos, por rubor; los que no quieren ser reconocidos, por vergüenza.

Tus apacibles tardes de clavo y membrillo, donde se comparte el deseo de hacer un zapatero o un remendero, con el furtivo roce de una rodilla, donde ofrecer una mordida al membrillo supone morder donde sus labios se posaron; tardes de calimbre, en las que las manos se cogieron; tardes de envite, en las que, la perica se convierte en el primer guiño de ojos, dirigido a la persona amada.

Tardes que conducen, inexorablemente a la noche, y con ella a la despedida, a un “hasta mañana” cargado de amor, de ilusión, de miradas esquivas y de reconocimientos de los sentimientos, los propios y los ajenos.

Eso me evocas, playa de Las Canteras, cuando apoyado en la barandilla miro, absorto, tu inmensidad, tu rubia arena y oigo, a tus olas, bramar.

Tomy Valdivielso Gómez

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