Leyendo “Sebar Olas”, recuerdo, no se hasta que punto es cierto, el siguiente cuento.
Mes de Septiembre, mareas del Pino. Unos niños juegan en la playa, como entonces se hacía, clavo, membrillo, juegos de cartas, “La Ronda” -¿quien no jugó a La Ronda en la playa?-. Llega otro grupo de personas y se situa cerca de los niños. Tanto su aspecto, como su porte, denotan que son de “pa’fuera” -peninsulares-. Los niños siguen jugando un rato, hasta que uno de ellos, dirigiéndose a sus amigos dice:
“Chacho, ñooooooooh. ¿Vieron las olas?”
Basta esa pregunta para que todos al unísono digan:
“Ñooooooh estan empingadas.. vamos a sebar olas”.
Comoquiera que los niños hablaban a voz en grito, el grupo de peninsulares se pregunta ¿que será esa actividad? y, curiosos, observan lo que los niños hacen.
No dan crédito a lo que ven. Niños que, a pecho descubierto, se lanzan, ola abajo, deslizándose a velocidad de vértigo. Analizan, estudian, memorizan cada uno de los movimientos de los niños en el agua y tras un rato dubitativo, uno de los componentes de ese grupo, se dirige a los otros y les pregunta: