* El zarapito del Charcón
Autor: L. R.
El solitario zarapito de Los Lisos es la fiel veleta que, movida por los benignos alisios, apunta a la fantasmagórica silueta del Teide, suspendida a lo lejos en el azul atlántico. Mientras me sumerjo en las dulces aguas del Charcón, retirado de los ruidosos niños, el zarapito, impasible, picotea para mí con su hermoso pico de pluma de taquígrafo, el mensaje inefable de la naturaleza marina. El pardo zarapito camuflado en la roca no se junta con la carnívora gaviota ni con la paloma mensajera que vuelan en bandada; ni se admira de la alta avioneta o el parapente con motor y sillita. El zarapito sueña con la barra, con el mar abierto, con… ¿En qué cueva encandilada por la blanca iluminaria del arco del Rincón pasa la noche?
Desde la orilla los niños, que dejan por un momento de jugar con su castillo de arena, me dan voces: “‘¡Papá, mira el zarapito!” Yo me subo a la frente las gafas de nadador de piscina y lo contemplo una vez más. El zarapito absorto continúa.
* Boca de sal
Autor: LOPSI
Recuerdo las risas en las carreras por la orilla, las guerras de arena, la boca de sal. El escrutinio al acecho de algún cangrejo, los camarones por decenas a pie de orilla, las gafas empañadas en un intento por escudriñar los fondos y el gran retel con ilusas artimañas de gran pescador…La playa nos regalaba un sinfín de emociones y cálidas sensaciones.. Anochecía, ¿y mi hermano?… Seguía en La Barra. Y es que no teníamos nunca frío, ni siquiera en invierno. La playa era la misma, la misma generosa bendición.