Intervalos nubosos 🌥 🌤. Tarde algo ventosa. Precaución con el mar. Se están viendo algunos veleros, pequeña aguavivas inofensivas. Más datos y observaciones 

Insectos azules

Es cosa sabida que el deber de todos los insectos, todavía en edad de merecer, es reproducirse, crecer y molestar a los humanos.

Sean de la especie que sean, los insectos tienen a gala picotear las pieles más blancas y sensibles. No desprecian, empero, las dermis ajadas o curtidas por el destino y la dura vida.

El mundo de los insectos es tan vasto que no nos proponemos, en este bestiario doméstico, otra cosa que la humilde tarea de acercarnos a los insectos azules.

O sea, presentarles de forma muy modesta a todos aquellos zumbones y molestos insectos que abundan por las cocinas y los hogares.

El por qué son azules es algo que no me encuentro en disposición de explicar.

¿Tal vez son nobles? No creo.

¿Han tomado algún preparado medicinal para combatir ciertas enfermedades y se les ha vuelto azul la trompetilla? Tampoco lo creo.

¿Proceden de la misma región que los tuareg? Ah, quien sabe….

Los entomólogos tampoco han observado ninguna predisposición ideológica a la hora de buscar a sus víctimas.

Lamentamos, pues, no poder arrojar luz, mucha más luz.

En el bestiario doméstico lo único que hemos podido encontrar ha sido una columna de Géneros y subgéneros en la que aparecía consignada esta especie

Dentro del grupo de insectos azules se halla, sin duda, la mosca del vino.

Es la más viajera de cuantas moscas surcan nuestros cielos.

Viajó a Bristol y a Flandes cuando casi nadie viajaba. Y lo hizo muy a gusto, bebe que te bebe, dentro de una barrica de vino vidueño.

Se sabe que hacia 1558 tuvo la pretensión absurda de trasegarse, al año, ochenta mil pipas de Canary Sack, que era un vinillo muy apreciado, por entonces.

La mosca del vino tiene poco aguante, así que no había llegado ni a los tres cuartos de pipa (*) cuando ya, en pleno delirium tremens, salió volando y se arrojó al mar, a la altura de la isla de Madeira.

Esta mosca se empezó a volver hogareña hacia el siglo diecisiete y le tomó el gusto al caldo peleón, ya en nuestro siglo.

Es una mosca detestable que entre un Malvasía de Lanzarote y Viñatigo de Tenerife se queda siempre con Don Simón.

A veces me pregunto si, en vez de dentro de una barrica añeja, no habrá estado en alguna alacena escondida….

Los mosquitos de la leche.

Dicen que Cleopatra se daba auténticos baños de leche de burra. Dicen que por eso tenía una piel tan seductora y perfecta, que por eso enamoró a Julio César y a Marco Antonio. Y dicen, además, los bestiarios que los mosquitos de la leche son tan antiguos como el hombre mismo y que no se descarta la posibilidad de que, en los baños egipcios, cayeran también como una plaga.

Los mosquitos de la leche tienen tanto derecho a alimentarse como ustedes o nosotros. De ahí que los bestiarios domésticos recomienden cierta tolerancia y benevolencia.

“Deje reposar la leche unos instantes. Deje que los pobres hermanos del paludismo se alimenten en este mundo civilizado y cruel. Y después, pásela por el colador, expulse los insectos y hierva el contenido lácteo de su vasito, para mayor seguridad y salubridad”.

Escorpiones y ciempiés.

Estamos tan asombrados como ustedes.

Sabemos que los escorpiones y los ciempiés no pueden, de ninguna de las maneras, formar parte de la familia de los insectos azules.

También nos preguntamos a título de qué aparecen en un bestiario doméstico.

No sabemos de nadie que se haya encontrado un escorpión en la nevera.

Respecto al ciempiés, la cosa es distinta.

Se llamaba Juan y se hacía pasar por marqués. El marqués de Branciforme. Ya se ve que no le gustaba mentir….

El caso es que el marqués tenía solo dos brazos y dos manos, pero cuando le daba por abrazar todo el parecía un solo y largo brazo.

El hombre pulpo. El largo brazo de la Ley.

Branciforme era el novio de una cierta chica.

Con la excusa de que era de la aristocracia se dejaba invitar aquí y acullá. Y con la excusa de llamarse Juan le hacía garatusas a cualquier chica mona.

La novia de este hombre, que resultó ser un ciempiés doméstico, empezó a amostazarse (que es algo así como enfadarse o picarse como si se masticaran granos negros de mostaza) y se lo dijo bien claro.

– Tú serás muy marqués y te llamarás Juan, pero del mes que viene no pasa. O te casas conmigo o….

El error de esta chica fue dejar la frase abierta….

El marqués aprovechó la ocasión para salir y echar a correr.

Tenía cien pies y se dijo.

– ¿Para qué los quiero?

– Para correr, granuja, para correr- le gritamos nosotros desde aquí, mientras le afeamos tal conducta.

Mosquitos playeros

Te lo sueles encontrar en las playas del Caribe y en otras exóticas orillas. Son una auténtica plaga en el litoral de San Juan de Puerto Rico, Méjico o Cartagena de Indias, pero en las arenas de Las Canteras tienen su propio calendario. Los más pequeños y zumbones te atacan los días de marea muy llena, cuando las olas vuelven inexistente a Playa Chica y llegan casi hasta el muro Marrero. Entonces se mezclan con la espuma lechosa que dejan las olas al morir a tus pies, después de haberte empapado, la toalla, el periódico, el móvil y la radio. Los mosquitos del Pino o de Santiago no son los únicos. También están los llamados de “gimnasio”. Esos reciben el nombre de moscones y te asaltan por sorpresa en cualquier momento del año. Muestran, por lo general, preferencia por las chicas monas, bronceadas y de cuerpo gentil y suelen caer sobre ellas en el momento en que se embadurnan de after sun, después de un rico baño. O sea, en el momento de la crema protectora para los rayos solares.

Los entomólogos barajan la posibilidad de que sea el fino olfato de los moscones, lo que los lleva directamente hacia su presa, sin dudar un instante en una marea humana de diez personas en un metro cuadrado de arena rubia.

(*) la pipa es la medida de volumen para el vino

Texto extraído del libro Fieras y ángeles, Un bestiario doméstico, publicado por el Centro de la Cultura Popular Canaria

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