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Wolf Hewer: Las Canteras es una maravilla

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Dicen que el mar nos enseña silencioso el ritmo de la libertad si aprendemos a observarlo, nos lleva a lugares donde no existen las fronteras, y es verdad, porque, desde aquí, en el apartamento de Wolf, rodeados de libros, arte y belleza, suena la música y se gobierna el mundo sólo. Se percibe lejano un rumor de aguas frente al Atlántico que se posa sereno en esta cala de Peña la Vieja. Se aprende mucho con Wolf Hewer. Es un hombre que huye de las teorías, siempre me habla, como el mar, desde él. Sentados en la terraza, con la mirada perdida en el azul y dos copas de oporto, hoy comenzamos nuestra charla una tarde cualquiera de abril.

T.- Vamos a ver… Wolf, tu carrera de modelo te ha hecho conocer muchos sitios por todo el mundo… ¿no?

W.- Sí.

T.- Entonces… a ver… explícame, ¿por qué elegiste este lugar para vivir? ¿Por qué, precisamente, la playa de Las Canteras y no otro lugar más paradisíaco, más exótico?

W.- Porque, sencillamente, es el más bonito del mundo… Yo vi muchas playas, preciosas, grandes como en la India, en… ¿cómo se llama esta parte de abajo en…?

T.- En Goa…

W.- En Goa, sí. Eran preciosas, el mar estaba caliente, etc., pero no es un sitio para vivir.

T.- ¿Por qué?

W.- Porque es una mentalidad completamente diferente. Igual que en América. En América hay playas preciosas, en Marruecos hay playas preciosas, en todo el mundo hay playas preciosas, pero… yo estaba trabajando aquí, en Las Canteras, hace muchísimos años, con unas chicas americanas en un trabajo de modelo para Marie Claire, una revista de moda francesa, y fuimos al Hotel Cristina que ahora es el Meliá, y, después de trabajar, paseábamos por la avenida y una de las chicas me dijo: “mira, ¿dónde, en el mundo, hay una playa y una avenida donde no pasan coches entre la avenida y los edificios?”; y como ellas también habían viajado mucho, estuvimos pensando dónde… en Río, no… en Cannes, no… en ningún sitio. No encontramos ningún sitio en donde haya una playa en la ciudad, que es su centro, donde no pasan coches. Entonces, la otra chica dijo: “mira, las Islas Canarias están muy cerca de América”. En este tiempo, yo trabajaba mucho tiempo en América, también en África del Sur, lo que no sabía es si había conexiones directas. Bien, me gustó el tiempo, el clima, y… volví medio año después para trabajar otra vez aquí a Las Palmas y vi un letrero: “Se vende”. Vendieron una casa terrera y el precio era 50.000 marcos que, en ese tiempo, no era poco. Pero era una casa terrera desde aquí hasta la calle Portugal, estrecha pero profunda, y pensé: “oh… lo voy a comprar”.Pero como no tuve tiempo ni hablaba ni una palabra de español, bueno, sólo “cerveza”, “vino” y “sí”…

T.- De español… nada.

W.- Nada. Francés, sí. Español, casi nada. Entonces… no tuve más tiempo porque tenía otras obligaciones y me fui.

T.- Porque, perdona un momento, Wolf… tu vida era un constante viajar por tu trabajo de modelo, ¿no?

W.- Sí, claro. Mi agenda estaba llena de medio año en adelante. Cada día. Domingos, sábados, de vez en cuando, por ejemplo, cuando iba a trabajar a Bahía, Brasil, y el próximo trabajo estaba en la Ciudad del Cabo, Sudáfrica, entonces… me quedaba dos días más en Bahía o en Río de Janeiro, o en El Cabo, porque yo tenía un contrato y debía ir dos veces al año porque tenía un cliente allí. Pero casi nunca podía quedarme ni una semana en ningún sitio y… bien, Las Palmas… volví para trabajar y encontré un amigo alemán que fue director de un teatro en Múnich y estaba a punto de jubilarse, y él se compró un piso aquí en Las Canteras. Era un apartamento, bueno, más bien, un estudio. Y me dijo: “mira, aquí cerca de donde yo compré están construyendo una casa”.

T.- ¿Eso fue en los años sesenta?

W.- No, eso fue en el año setenta y uno. Entonces fui con él a ver y apuntamos el número de la constructora. Fuimos allí y como él hablaba en español -mal, pero hablaba más que yo-, entonces, vi los planos, compré dos estudios y los uní en una misma vivienda. Un amigo mío de Múnich que estaba conmigo en ese momento también compró al lado. Después llamé a unos amigos en Hamburgo que eran dentistas y les dije que había un apartamento libre en el cuarto piso y me dijeron: “cómpralo, cómpralo”. La suerte que tuvimos fue que el edificio estaba en construcción, y entonces, fue fácil dejar un baño y una cocina, hacer el baño más grande y el salón enorme y… además, cogí medio metro de pasillo, porque el pasillo era enorme y yo no quería bailar en el pasillo… y bien, esta fue la mejor idea de mi vida, para vivir aquí. Y después de… ¿cuántos años han pasado? ¿cuarenta? no… treinta años… ahora vivo fijo aquí desde hace unos quince años, y cada día estoy contentísimo, cuando salgo por aquí y abro la terraza y veo el mar, la playa, la tranquilidad, el aire fresco o… sí, fresco siempre es… es limpio, limpio.

T.- La verdad es que desayunar en esta terraza es un lujo de dioses…

W.- Sí, y mejor es cenar en la terraza. Por la noche, con una vela, con una botella de vino… es un lujo. Yo siempre digo que vivo mejor que el rey, porque no tengo ninguna preocupación ni nada, vivo aquí tranquilo, no tengo enemigos que yo sepa, y siempre, cada día es diferente, sí… las puestas del sol siempre son diferentes, son un espectáculo… A veces está gris, es igual, porque para mí es el mejor sitio. Además, con todos estos vuelos chárter que antes no existían, ahora no te cuesta nada ir a Alemania o a Francia o América, via Madrid o via Barcelona. Es fácil, muy fácil.

T.- Vamos… que estás conectado con el mundo en este paraíso…

W.- Sí, y desde hace un año tengo televisión via satélite y entonces veo Egipto y Marruecos, Italia, los alemanes… aunque no estoy mucho delante de la tele… prefiero estar en la terraza con un libro, es una maravilla. Y una copa de vino.

Wolf posa en la escalera de la playa. 1975

Teresa Iturriaga Osa

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