Última actualización hace 4 años por MiplayadeLasCanteras©
Pan comido.
La pequeña vieja Tiziri estaba preocupada, últimamente veía muy poco a Sifaw, su mejor amigo. El joven sargo apenas la saludaba de lejos e iba siempre con prisas. Hasta que un buen día, Tiziri logró retenerlo unos segundos para hablar con él.
– ¡Eh, Sifaw!, hoy no te escapas sin decirme qué te traes entre aletas. Pero… -Tiziri se quedó contrariada al fijarse bien en su amigo-. ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué estás tan regordete? Y has perdido el brillo de tus escamas, tienes muy mala cara, Sifaw, dime ¿estás enfermo?
Sifaw no quiso hablar del tema, se despidió y se alejó a toda prisa. Pero Tiziri no iba a quedarse tan tranquila viendo el estado de su amigo, así que decidió investigar para saber qué ocurría. Al día siguiente, Sifaw volvió a saludarla de lejos. Tiziri comenzó a seguirlo procurando que no se diera cuenta, iba escondiéndose tras algas y rocas, pero a la altura de Los Lisos le perdió la pista.
Bueno, al menos ya conozco un poco más la ruta diaria de Sifaw, mañana lo esperaré por aquí a la misma hora. -Pensó Tiziri-.
Pasó el resto del día sin verlo pero a la mañana siguiente lo estaba esperando por donde le había perdido el rastro el día anterior. Sifaw, muy puntual, pasó a la misma hora, le extrañó ver a Tiziri por los Lisos en vez de por la Peña de La Vieja, pero la saludó desde lejos y siguió su ruta a toda prisa. Entonces Tiziri comenzó a seguirlo nuevamente.
A cierta distancia observó que Sifaw, a la altura del Peñón, se entremezcló con decenas y decenas de sargos, los había de todos los tamaños, también había algunas panchonas y varias palometas. Le llamó la atención que todos ellos estaban muy gordos y también habían perdido el brillo de sus escamas. Nadaban en círculos, como abducidos, todos con aspecto enfermizo. Sifaw nadaba entre todos ellos. Tiziri estaba muy intrigada, no salía de su asombro. Decidió esperar un poco, escondida detrás de una roca.
De pronto, todos los sargos y demás peces empezaron a moverse con gran nerviosismo, se empujaban unos a otros. Había entrado al agua una persona caminando y los sargos nadaban a su alrededor. Tiziri estaba cada vez más confundida hasta que por fin empezó a entenderlo todo. La persona comenzó a tirar pan al agua y los sargos, panchonas y palometas, en pleno frenesí, se lanzaban disparados a la superficie para comérselo. La persona seguía tirando pan y más pan, había traído una bolsa llena, los peces no parecían saciarse nunca. Ante el espectáculo que suponía ver a tantos peces enfervorecidos, muchos curiosos se habían acercado al agua para observarlo.
Cuando por fin se acabó el pan los peces comenzaron a alejarse del Peñón. Sifaw, totalmente empachado nadaba lentamente hacia la cueva que solía utilizar para descansar pero Tiziri lo interceptó.
– Vaya, vaya, vaya, así que este era tu secreto. Creo que tienes un gran problema, Sifaw.
– Hola, Tiziri, ¿qué haces tú por aquí? -Preguntó Sifaw con cierto rubor al saberse descubierto-.
– Pues preocuparme por ti, eso es lo que hago. Veo que no eres consciente del peligro que corres.
– ¿Peligro?, esto es maravilloso, ya no tengo que nadarme toda la Playa del Arrecife para buscar comida, además, el pan está delicioso.
– Sifaw, definitivamente has perdido la cabeza. No sé quién te habrá metido en este embrollo, sea quien sea, debería saber que no somos mascotas. Sifaw, por si no lo recuerdas, eres un sargo, un pez que vive libre en el mar. Nosotros, los peces de la playa, no necesitamos que nos alimenten. Ese pan que te estás comiendo va acabar contigo. Has engordado una barbaridad, estás débil y tus escamas ya no brillan como antes. Para colmo, te has distanciado de tus amigos, te pasas el día metido en tu cueva y ya nunca vienes a jugar. El pan no es un alimento para peces, nosotros debemos comer algas y todos los alimentos que nos ofrece el mar.
– Es que está tan rico. -La interrumpió Sifaw-. ¿Por que no vienes mañana conmigo a desayunar? Está genial, comes tanto que ya no necesitas comer más en todo el día, así que puedes dedicarte a descansar, a dormir o a lo que quieras.
– Creo que has olvidado todas las delicias que tenemos a nuestro alrededor. Mañana por la mañana en vez de yo venir contigo a desayunar esa asquerosidad de pan, te vas a venir tú conmigo a comer las sabrosas algas del arrecife. Iré a primera hora a buscarte a tu cueva. Y cuando te haya sacado de esta me tienes que prometer que harás todo lo posible para salvar a todos esos sargos, panchonas y palometas de la dieta del pan.
– Vale, Tiziri, veo que estás muy preocupada, quizás tengas razón, la verdad es que me daba un poco de vergüenza que me vieras, sentía que estaba haciendo algo mal, y por eso me escondía o evitaba acercarme a saludarte. Pero lo cierto es que te echaba mucho de menos.
Al día siguiente, Tiziri cumplió con su palabra, llevó a Sifaw a desayunar algas en la zona del Pasadizo. Sifaw comenzó a recordar los ricos sabores del mar.
– Tiziri, me había olvidado de lo sabrosas que eran estas algas, ya veo que estaba equivocado.
– Ya te lo decía yo, Sifaw, el pan no es nuestro alimento natural. Ahora falta convencer a todos esos peces glotones para que vuelvan a comer como peces. No sé si te has dado cuenta de que hay muchísimas más algas, como muchos peces están comiendo solo pan se está rompiendo el ciclo natural y eso puede ser desastroso para la Playa del Arrecife.
-¡Es cierto!, esto está repleto de algas. Jamás pensé que comer pan pudiera perjudicar así a la playa. Tiziri, no pienso volver a comer pan nunca más. Menos mal que te preocupas por mí y me has ayudado, ¡te quiero! -Sifaw se fundió en un profundo abrazo con su gran amiga-.
Al cabo de unos días, las escamas de Sifaw comenzaron a recuperar su brillo natural, también fue retomando poco a poco su peso normal y comenzó, junto a Tiziri, su campaña para convencer a los peces de que volvieran a comer como peces y olvidaran el pan. Cada mañana se acercaba con Tiziri a la zona del Peñón a conversar con los peces que esperaban ansiosos su ración de pan. Les invitaban a probar algunas algas que ellos mismos recolectaban por toda la playa. Poco a poco los fueron convenciendo a todos hasta que por fin, la playa volvió a retomar su ciclo natural.
Horacio Hernández Rodríguez (Twitter: @bahiaconfital)
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